La primera vez que mi rodilla me hizo notar su existencia en el organismo, yo me encontraba desalojando la lavadora de sábanas ya lavadas. Concretamente, la rodilla derecha. Concretamente, una bajera color crema. Era agosto de 2008.
Desde entonces, poquito a poquito, fueron haciendose con el poder a base de golpes de estado. La izquierda no tardó en secundar a la derecha, y en hacerse fuertes. Ahora evitamos que se ponga de cuclillas, ahora impedimos que se ponga de rodillas, ahora que se joda y le duela si se sienta en el suelo.
Yo, qué remedio, acepté las cláusulas que imponía el dictador. Nada de sentarse como los indios, y todos los días mi pastilita de condrosan (o condrosulf, según el recetador de turno). Y así fue pasando el tiempo. Ellas contentas con su condroequis y con que las respetara en sus condiciones, y yo con mi vida de viajante y currante.
Hasta que hace 20 días aproximadamente, empezaron a reclamar mucha más atención. Como yo no sabía a qué se referían, hice lo posible por flexionarlas aún menos. Pero no les bastó. Su furia fue in crescendo, hasta que hace 10 días decidieron que no andara más, so pena de dejarme tirada en la mismísima acera. Tampoco me dejaron planchar, por lo que descubrí que se negaban a, simplemente, estar de pie. Malamente llegaban al baño, ayudadas por el bastón heredado de mi abuelo y que ahora descansaba en la mesilla de noche.
Para entonces yo ya las había vuelto a llevar al médico. A uno distinto, de esos que se pagan aparte, a fin de que quizá por fin me obsequiara con el sacrosanto salvoconducto que da acceso a las máquinas de resonancia y que siempre antes me había sido negado en la seguridad social, esa pobre enferma terminal que no sabe si esperar el elixir mágico o pedir ya la eutanasia.
Efectivamente. Para cuando dejé de andar, yo ya tenía en mi poder el santo grial: una resonancia magnética con aderezo de radiografías estándar. Dos días después, volvía a tener cita con el médico. A fin de poder acudir a ella -y de no saltar por la ventana-, decidí también ponerme de antiinflamatorios ("digo yo que algo harán"); cosa poco habitual en mí, por lo demás, eso de automedicarme sin diagnóstico previo. Lo que hace la desesperación. Está visto que uno es susceptible de cualquier cosa en según qué circunstancias.
La primera vez que fui a ver al facultativo, y le pregunté si estas molestias que notaba se iban a estancar o iban a ir a más, el médico me contestó: "nunca vas a ser más joven" (a lo que Sacau, por cierto, apuntó: "seis años de carrera, cuatro de MIR, para que todo lo que tengas que decir sea eso"). Eso fue antes de que las molestias de las rodillas se convirtieran en dolor y desde luego mucho antes de su huelga de transporte.
Esta vez, el médico miró las radiografías. Miró las resonancias. Intenté explicarle que hacía dos días que no podía andar, pero no me dejó. Porque mi médico de los que se pagan es también de los que sólo habla él.
"Es una lástima que sea tan joven" fue la frase que más repitió. Es una lástima que esto le haya ocurrido siendo tan joven. Es una lástima que sea tan joven. Porque no se puede hacer nada. Y si esto le ocurre con sesenta años, pues es una pena, pero con treinta... es una lástima. Pero bueno, quizá tenga suerte, y hasta dentro de dos o tres años esto no derive en artrosis severa.
El rato que estuve allí (que tampoco fue mucho, se ve que quería despacharme pronto), lo empleó para principalmente darme a entender que lo mejor que podía hacer era quedarme sentada esperando a, en otras palabras, no poder mover las piernas, dentro de X. Porque el médico rehabilitador no va a conseguir nada porque nunca se esmeran, y etcétera etcétera. Es una lástima que sea usted tan joven.
De forma imperceptible, aguanté estoicamente el veredicto hasta las 22:38, en que, tras haber ingerido el yogur, de repente y por la espalda me brotó de los ojos un niágara pocas veces antes visto. Un niágara de los que requieren bocanadas desesperadas de aire, porque es tal la corriente que el pez que vive dentro se ahoga.
Pensar qué les he hecho. Y por qué así, sin avisar. Sin advertirme, para ir haciendome a la idea. Para haberme reorientado los planes y haberlos ido sacando de a poquitos del archivo de aspiraciones tangibles. Ir el sábado al mercado, volverme a Alemania, ahorrar para comprarme un piso en los Austrias. Viajar. Con la mochila al hombro, como siempre.
Y un concierto es una osadía. Desplazarse al dormitorio, un lujo. Y por supuesto, reflexionando muy bien antes sobre lo que necesitas llevarte contigo, no sea que tengas que volver al salón. Cada paso se convierte en un heroísmo.
Tales pensamientos me centrifugan en la cabeza mientras abro las branquias de par en par con desesperación y El que me acompaña me abraza, acurrucado en mi silla. Nadie nos había hablado de esto.
Más tarde, por puro cansancio, me duermo. Al día siguiente, los antiinflamamtorios han hecho algo más de efecto y parece que puedo defenderme un poco mejor.
Y poco a poco, decido que puede que no tenga que quedarme sentada esperando el Armagedón. Que puede que pueda tirar un poco de inconformismo, mínimamente. Lo suficiente como para ver a otros médicos. Lo suficiente como para no tirar por la borda los Mostenses, Berlín, Lanzarote y Felipe II.
Han pasado ya unos cuantos días y puedo, mal que bien, desplazarme. He ido conociendo casos de rodillas en peor situación que las mías cuyos dueños suben y bajan y entran y salen y van y vienen como pepe por su casa. Así que el niágara no ha vuelto. Eso sí: los antiinflamatorios se han cobrado mi intestino como precio, y me han regalado una hermosa colitis que dura ya un par de días. Tiene gracia: ahora que puedo mover las piernas, es una diarrea lo que me provoca el arresto domiciliario.
A la sazón, y en cualquier caso, advierto a los lectores de hace dos crónicas que ya me estén preparando el homenaje de era tan bueno que no se aceleren: aún me queda mucha hijoputez por delante. Porque lo peor que puede pasarme, está claro, es quedarme en una silla de ruedas. Y si eso fuera así, que dios os pille confesados, porque me veo despachando dos o tres tremolinas por hora.
El Transmongoliano
Hace 11 años
12 comentarios:
Tranqui y relax. Hace cuatro años no podía mover la mano izquierda y los dolores eran de lo peor que he tenido que pasar, incluído un cólico renal provocado no por piedras sino por cristales de ácido que rajaban mis conductos. Hoy tecleo como quién canta.
Hay alternativas salvajes tipo "prótesis de rodilla" que, sin embargo, funcionan. Una prótesis de cadera adorna a mi novia y fue una bendición que por fin podamos salir a pasear el rato que queramos. De hecho apenas se recuperó se dedicó a apalizarme por Hamburgo que casi no le podía seguir el paso.
Así que no te rindas, NO TE RINDAS NI DE PUTA COÑA porque el sistema de sanidad en España tanto público como privado es una mierda y va a depender de tí.
Abrazos y ánimos. Espero tus post pero no porque tengas que soltar tu mala baba desde un arresto domiciliario sino de esos que escribes entre viaje y viaje. Suerte.
Una vez más, tengo que disentir de el de Zaragoza. El sistema sanitario español es de lo mejorcito que existe en el mundo mundial y precisamente por eso no te rindas, ponte de pie, aguanta y ya verás como todo sale adelante.
Ah, y mil besos (con permiso del que te acompaña)
Hombre, un poco de vidilla y debate.
Querido juriconsulto del reino: en el fondo estaremos siempre de acuerdo. El sistema sanitario español es en teoría una maravilla. El problema viene con la práctica y la realidad.
No puedo decir que en realidad el sistema de Seguridad Social sea ni mucho menos genial ni maravilloso. Vaya, como la democracia: la teoría está bien pero depende de las personas que, cuando fallan en masa, pues joden el sistema entero. Uno y otro.
Pero en lo de que no te rindas... pos claro que no joer. De una manera o de otra tú a salir del mal paso Tremolina. A por todas.
Me voy una semana y tus rodillas se revelan? En fin, no vuelvo a salir...
No voy a entrar en la discusión, pero creo que el señor dezaragoza en su última intervención se explica maravillosamente. Me adhiero a esta afirmación.
Y, Tremo, no te veo yo frenada por una silla de ruedas, aunque espero que ese caso no llegue. Un besazo muy fuerte y no hagas ni puto caso a los médicos más de lo necesario. Estamos hablando de esos tipos que se hinchan a fumar y luego tienen los cojones de decirle a la peña que no fumen. :-P
Tremo!!
Vaya, no sabía que era algo tan radical. Vaya "punkarras" que tienes por rodillas, la leche!!
Oye, cuéntame lo que te dice "mi" médico, ¿vale? Y mucho ánimo.
Y si la medicina "occidental" no funciona, recurre a tu amiga la del shiatsu, y si ella por lo que sea no puede, te ofrezco a mi hermana. Curarte no te curará, pero seguro que mejora tu calidad de vida.
Por cierto, lo de "Un niágara de los que requieren bocanadas desesperadas de aire, porque es tal la corriente que el pez que vive dentro se ahoga" es pura poesía.
Un abrazo fuerte y mucho ánimo.
R
Animo preciosa que de otros sustos y problemas has salido; iremos a todos los médicos y similares que haga falta y alguna solucción darán.
Por lo de la silla de ruedas, tu tranquila que aunque fuese electrica; para eso no hace falta carné de conducir (je,je) y referente a lo de las 3 tremolinas a la hora... hum!.eso, tiene su encanto.
Fuerza y tranquilidad que tienes toda la vida por delante y si el ánimo decae; aqui está tu mami-mami para apuntalarte y para todo lo que haga falta. !Te quiero mucho¡ Besitos.
Joder madre, estará usté de acuerdo que casi mejor vivir sin una teta que sin las dos piernas. Es que no sé ya cómo hacerme la interesante... :D
Tanta solidaridad con el de Zaragoza me induciría a contestar, más contundentemente y con datos y argumentos. Pero evidentemente no es el tema, así que nos centraremos en las rodillas de doña Tremo, que, por cierto, creo que nunca se las he visto...
Estimada Tremo, yo que casi rozo los 30 llevo con condromalacia rotuliana desde los 20, que usted lo sabe de muy buena tinta. Para sacarle de nuevo una sonrisa, le recuerdo que en uno de esos encuentros de baile con la fauna, nuestra fauna, una servidora se sentó a mitad de la noche debido a que mis rodillas tenían un rato malo. Un joven con el que usted bailaba se me acercó y me dijo: "Y tú qué, ¿ya te has cansado?". A lo que respondí: "No es cansancio, es que tengo una lesión y me está dando la lata". "¿Qué lesión?", preguntome. "Se llama condromalacia, es una...". "Lo sé", me cortó indignado, "soy médico".
Recuerdos aparte, lo que te quiero decir es que es cierto que es una lesión crónica, que puede avanzar, pero no es lo probable con algunos truquillos. Habrá temporadas que dé un poquito más la lata, pero encontrarás la forma de hacer vida normal. No hagas caso a los agoreros de la bata blanca, como demuestra la respuesta del miembro de la fauna, hay mucho gilipollas en su gremio.
Bueno, si te las has imaginado convalida :D
¡Ay, el médico del Parque de las Avenidas!, "-¿Fernando padre o hijo? -Pues hijo, de momento, supongo..." Al parecer, nunca había insultado yo tanto a una madre :D
¡¡Qué recuerdos, Anavic!! ¡¡Viva la caspa!!
Acojonado me has dejado Doña Tremo.
Pero ya sabemos todos que eres mucho más fuerte que tus rodillas y que lo superarás rápidamente.
Un abrazo muuu fuerte.
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