Están los franceses últimamente que no levantan cabeza. Ni cabeza, ni pies: se ha caído otro Airbus al agua con unos cuantos gabachos dentro. Iban a unas islas mu raras que hay cerca de la costa africana. Eso les pasa por estar acostumbrados a tener tanta colonia por ahí. Nosotros a lo sumo vamos a Ceuta, que a las malas, siempre se puede volver a nado.
Y hablando de cabezas francesas, están ahora en pleno debate sobre si prohibir el burka en las calles de París y demás vías de la república. Dicen muchos que sí, que el atuendo atenta contra la dignidad femenina, y dicen otros que no, porque si lo prohíben, lo que van a conseguir es que las mujeres se queden en casa, ya sea por convicción personal o ajena (del marido más cercano). Coño, pues mejor, menos cola en la verdulería. Y en el ambulatorio.
El asunto es que a mí me ha llamado la atención el comentario del imán y presidente del Consejo Francés del Culto Musulmán, un tal Mohammed Moussaoui, que afirma que no se conseguirá que esas mujeres renuncien por la fuerza, sino a través de la educación y el convencimiento. Me pregunto si se referirá a la misma educación que ahora les inculca que lo lleven.
No me he podido reprimir: mi yo más exhibicionista ha dejado un comentario en el apartado reservado a tal efecto en el periódico. Sí, sí, yo también reclamo la tolerancia de los pueblos a que yo me ponga bikini en Arabia Saudí, o en tantos otros sitios donde ni siquiera puedo salir a la calle si no es acompañada de un familiar varón. Sí, soy una intolerante, y una xenófoba, y una extremista, porque me repatea sobremanera que ahora vengan a tocarme las narices con algo que en este mi Estado ha costado tanto soslayar (porque en este momento se trata de Francia, pero ya nos tocará a nosotros, en esta Europa unida). Sí, desgraciadamente, así es: ante la radicalización ajena, se radicaliza uno también. Y ya no vale invocar a la corrección política, ni a la multiculturalidad, ni a apoplejías semejantes. Estoy dispuesta a aceptar que no pueda llevar bikini en Arabia. Y que me tenga que tapar cada centímetro de piel. Puedo incluso aceptar que ni siquiera pueda entrar a Arabia. Pero no tolero que venga un dios de importación a hacérmelo pasar incluso peor que el dios aborigen –que ya es bastante-.
Porque es un paisaje dantesco. ¿Se imaginan ustedes que en el año 62, en Madrid, Barcelona o Bilbao los inmigrantes extremeños y andaluces hubieran impuesto la mantilla, como en sus pueblos del Jaén profundo, y relegado el tocadiscos a los domingos en la Plaza Mayor? No, lo lamento, yo debo de ser muy xenófoba, pero en pleno 2009 me niego a doblegarme ante la garrulez extrema.
El Transmongoliano
Hace 11 años
6 comentarios:
Ole. Lo has bordado. Mis aplausos por un post que me ha sabido a gloria.
Señora Tremolina,
Ha vuelto a superarse, dando la palabra exacta a unos razonamientos que suscribo desde la primera línea. Mis más sinceras felicidades. Un verdadero placer leer sus artículos: están a la altura del mejor Millás o Marías.
Cuídese,
Jafuda
(¡¡tengo 2 fans!! ¿Será este el principio de una hermosa amistad basada en la donación desinteresada a un cuenta corriente, flor de mis anhelos?)
PD. Eso sí, don Jafuda: lo de Marías no se lo consiento. Me descorazona sobremanera tal equiparamiento.
Señora Tremolina,
Admito que hace tiempo que no sigo a Marías (ni las novelas ni los artículos), aunque sí que los recuerdo estupendamente escritos y mejor argumentados - como los suyos, vamos. Lo cortés no quita lo valiente.
Lo de las donaciones lo veo un poco crudo, la Fundación Altarriba se lleva todo mi presupuesto a ese fin, y hasta el debate del año que no viene no veo yo una posible enmienda, jejeje :D
Cuídese,
Jafuda
Estimada tremolencia:
mucho me temo que esa garrulez extrema es incurable; Dios (o Alá, o Kaká o comosellame) nos pille confesados.
Amén.
Eso sí, los coros de Gospel son cojonudos, con esas túnicas superbrillantes.
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