Efemérides

1 de febrero: Nace Norman Rockwell (1926)

martes, 13 de mayo de 2008

Wielkopolskie

Los polacos son unos señores muy feos que habitan en un lugar situado entre Alemania y Ucrania-Bielorrusia, principalmente. Se caracterizan por comer patatas y portar bultos de féminas más o menos cercanas. Entre ellas, mi amiga Amelia, que se mudó a ese lugar el pasado mes de septiembre, de misiones, a inculcar la lengua y la cultura españolas por doquier.

Hace unos días he estado visitando a Amelia. Vive en la suite reservada para profesores extranjeros de la residencia para docentes universitarios "Asystenta". La suite se caracteriza por tener 2 enchufes que funcionan y uno que funciona a veces. Y una cama que no había visto desde mi estancia en Moscú (aunque la de Amelia es de matrimonio, y es que, por muy católicos que sean, tampoco aspiran a que la mujer viva a pan y agua, y más sabiendo del país de libertinaje del que proviene, a ojos de ese par de gemelos que predican por allí).

En estos días, Amelia ha intentado que yo reniegue de mi funesta impresión de los polacos, cultivada a través de largos años de relación con el medio. Para ello, me ha llevado a comer al restaurante Sphinx.
Sphinx es el único restaurante del mundo donde a los camareros los contratan vía casting. Y digo camareros con O, porque camareras no hay. Este descubrimiento supuso mi revalorizción de las acciones polacas como innovación europeomundial en cuanto a marketing, y que yo sonriera por primera vez durante mi estancia, paladeando además la idea de que, al ser Sphinx cadena, quizá alguna vez se expandan hacia el Oeste y pongan una sucural en Torrevieja.

Y qué más os cuento, malandres. Fui a un concierto de un señor skaniano que cantaba raro ("lo más interesante son las letras", me comenta Amelia), del que he intentado subir un vídeo que muestra al público polaco en trance y clímax musical, pero el cacharro este no me deja. Hice un viaje en tren con una nena muy avispada a la que sus padres inculcaban valores barbianos (sin Ken, eso sí). Entré en contacto con las fuerzas del orden, acompañando a Amelia a denunciar un robo. Fuerzas del orden éstas que tenían calendarios de la policía alemana colgando por las paredes, a la sazón. Y advertí que, si tu nombre acaba en "a", los polacos se referirán a ti con "o". "Amelio, querida" rezaba una frase que le dirigía un admirador a mi amiga.


En fin. Acabó mi visita y, si bien me llevo buen sabor de boca del Sphinx (aunque no conseguí superar al binomio María y su hermana, liándose cada una con uno en los 3 miserables días de estancia), sigo opinando que Polonia no es para mí. Ni para Amelio, pese a que la tunante haya decidido prorrogar su contrato hasta agosto de 2009, snif. En fin, yo la echaré de menos y tendré que seguir visitándola entre Kaczynskis y Lech Walesas y señores de ojos saltones con bigote. Eso sí, me aseguraré de volver a hacer escala de 3 horas en Frankfurt. Que esos sí que están bien hechos. De aquí a tres visitas más, hasta supero al binomio arriba mentado con el teutón del Tax-Free.

3 comentarios:

Amelia dijo...

Oye, germanófila, que las ¨fuerzas del desorden¨ polacas tienen buenos mozos. Con mala leche y mucho pasotismo, pero alegran la vida, que es importante

Amelia dijo...

Mira, una cosilla de lo que también me quejo yo de WrocLaw es tanto adoquín y calzada romana. Ahora que hace buen tiempo y una quiere ir en sandalias, llevo tantas tiritas que ríete tú de la momia de Tutankammon. ¿Me habrás echado la maldición del empeine? ;)

Amelia dijo...

Con todo, la caña polaca de medio litro tirá de precio compensa de muchas cosas.