Hay un señor que me pretende. Cualquier día de estos, en plena reunión semanal look and feel-Los Pajaritos, recibiré una llamada en el móvil desde su Alemania natal, esa que regularmente visita por quehaceres laborales, para ofrecerme una boda por poderes. -"Sí, ¿oiga? ¿Frau Tremolinen? Mire, que le llamamos de aquí del juzgado de paz de Colonia, que tenemos a un individuo que dice llamarse Herr Schneider y que presenta una solicitud de matrimonio para con usted. Que si firma".
Mi primera conversación con Herr Schneider consistió en que él me dijera que era alemán, que llevaba poco tiempo en Madrid y que era "trainer" de profesión. "¡¡Jei, tú eres Bernd Schüster!!", contesté yo, tan ufana. Él me observó atentamente durante un intervalo de cuatro segundos y, acto seguido, indicó, preocupado: "No".
En ese momento yo ya intuí que no estábamos hechos para fundar un hogar. Conclusión ésta avalada por el hecho de que, no contento con abrirme continuamente las puertas de los sitios para entrar y salir, se empeñe también en ayudarme a ponerme y quitarme el abrigo, alcanzando así el posgrado en gentlemanería. Pero en fin, es lo que tienen los votantes de Merkel.
El caso es que, desde entonces, Schüster y yo hemos venido quedando de vez en cuando para charlar de tonterías, no sé: la reunificación alemana, el sistema público de enseñanza, las posesiones de Honecker en la época de la Stasi. Bien, vale.
Pero anteayer, Herr Schneider decidió atacar Polonia. Habíamos quedado y, tras charlar largo y tendido frente a un zumo de tomate al respecto de la Vergangenheitsbewältigung (o superación del pasado historico alemán, para los que en sus ratos libres hayan preferido leer las obras completas de Los Cinco), convenimos proceder a la ingesta. "Conozco un sitio por aquí cerca que me gusta mucho", sugirió.
-¡Aquí es!
-No Schüster, esto es la Puerta de Alcalá. Ahí no dan comida.
-Sí, sí: ¡¡aquí!!
Nos aproximamos a un misterioso portal donde dos tipos muy grandes naturales de Medellín aguardan en la entrada. A través de los cristales, veo neones azules y rosas y candelabros dorados.
-¿Ustedes tienen reservasión?
-No
-Pues sin reservasión no pueden entrar
Pues menos mal, porque pa mí que ahí dentro nos íbamos a encontrar con el elenco de Sin Tetas No Hay Paraíso, y a mí me iban a echar por Belcebú.
-¡¡No te preocupes, Schneider, que conozco yo otro sitio por aquí cerca!! (comento, ya salivando, pensando en mi queridísima Finca de Susana)
-¡Sí! ¡Llévame a un sitio con delicatessens, tranquilo, recogido, íntimo, con música! (Su rostro, antes compungido, pasa a llenarse de esperanza al citar estos parámetros. A tomar por culo La Finca)
Acabamos en Artemisa. Comida vegetariana, sob. Venga Tremo aguanta, que al muchacho le hace ilusión el pastel de champiñones con foie.
En fin. Yo reconozco que con lo del "íntimo" igual yo ya podía haberme olido algo, pero nací torpe para muchas cosas, entre ellas, las lides de las relaciones afectivas, y a mí, o me lo espetan directamente, o no me percato del tango hasta que tengo a un señor encima y concibo que igual está tratando de decirme algo.
El caso en que en la cuenta estábamos cuando Schneider pasó a mayores: me acarició la mano.
De acuerdo a la idiosincrasia alemana, que te acaricien una mano es el equivalente a que aquí te presenten a la familia el día en que los tíos, primos y cuñados van a comer la paella del domingo. Así que yo noté por el esófago un ¡¡¡¡¡...!!!!! muy ilustrativo, y debí de ponerme tan tensa que, de haberme alguien dado un golpecito en la oreja en ese momento, hubiera sonado un acorde.
Ahí estábamos la cuenta, sobre ésta mi mano, sobre ésta la suya, y sobre ésta mis ojos clavaos como dos katanas.
"Bajo ningún concepto, cómo vas a pagar tú..."
Buuuffff, punto de ebullición interna, Tremo di algo, Tremo di algo, hay que salir de esta, cambia de tema, Tremo di algo, cambia de tema
-Pues está bonita la ebanistería del local!!
-Eh... pues... sí. Este... ¿vamos a tomar alg
-¡¡¡¡Yaaaaawn (bostezo), estoy muerta, uff, qué cansancio, je je, ¡y mañana a madrugar otra vez!, ufff,qué sueño, yaaaawn... me tendría que ir a la cama, je je!!!
-...Bien, te acompaño a casa
-(¡¡¡¡¡!!!!! aydiosmío)
Paseo a 45 rpm Las Cortes-mi hogar. Ahora que ya soy consciente, presto plena atención por el rabillo del ojo a la persona de Schneider. Me mira raro, aunque no sé bien si es una mirada del tipo "oh mi musa cómo te idolatro" o del tipo "pues sí, yo creo que así en pedacitos una semana sí me aguanta en la nevera". Seguimos caminando a gran velocidad. Yaawn, qué sueño, yaaawn. Pasamos por el Teatro Real. -¡Podíamos ir un día a la ópera! -(¡¡¡Pero cómo coño se ha enterao este tío de que me gusta la ópera!!!) Sí, uh, bueno, no sé, un día de estos, YAAAAWN!
Por fin llego a mi casa. Qué torpe eres Tremo qué torpe eres Tremo!!
Y el caso es que hay una cosa que sí me gusta de él. Es el único habitante de Madrid capaz de pasearse por la Villa y Corte a las 12 de la noche con un traje claro, sandalias, y un jersey azul de lana gorda anudado a la cintura.
15 comentarios:
Jo, pues a mí me gustan los libros de los cinco, que tienen dibujitos...
Ay, Montse, tú y tus alemanes... Casi me dió un infarto con lo del agarrón de mano, ¡qué fuerte!
Y... ¿qué pasó después? Me recuerda al alemán cincuentón que llegó a casa cuando yo tenía unos 20 años y se enamoró de mi y cuando se fue a alaemania, le daba con enviarme cajas llenas de unos perfumes de señora cincuentona con olor a polvos de talco, y souvenirs de alemania, entre los que venía el romanticismo hecho polera, que decía "ich bin BLOND bitte sprechen Sie langsam" que me quedaba como carpa de circo y que me dejó pensando "¿y a mi qué?, si yo más morena no puedo ser"... Al cabo de un par de años se dió por aludido que a mi no me interesaba salir con alguien de la edad de mi madre, que estaba más entusiasmada con el inglés/irlandés primo de un amigo que era igualito a Hugh Grant...
Vaya,
El Herr Schneider será educado y eso, pero siendo de Colonia y al no tener sentido del humor, hay algo que no me cuadra. Es algo raro aro, aunque de todo hay en la viña del Señor. No sé, cuando le vuelvas a ver (sí, la perseverancia alemana tiene eso, es ist ja schwierig, einen Deutschen zu langweiligen), le preguntas por el Carnaval, por Frank Schätzing o por el Kölsch trinken am Rhein (experiencia esta maravillosa). Debería reaccionar y mostrarse, aparte de amable y educado, algo más alegre y vivaz...
Herr Schneider se está dando en ceurpo y alma a la Blitzkrieg en forma de e-mail. E-mail el viernes a ver qué tal llegué a casa, e-mail el domingo a ver qué tal el fin de semana, y e-mail hoy para proponerme que acudamos juntos al sigiente espectáculo:
http://www.cavalia.net/pages/theShow/Inleiding.aspx?lang=DE-DE
Como al caballero le gusta montar a caballo y tal...
(Claro que, bien mirado, podía haber sugierido el circo, que también hay caballos... o la granja-escuela...así que igual hasta he tenido suerte)
Si es que los tiés mochales...debes enseñarle a decir: "Naturaaaken"
Una pregunta: en serio el puerta dijo "reservasión" ?
y una cosa más:
a mí también me gustan los Cinco.
Riau
Enhorabuena Tremo! Aunque parezca mentira, tras leer este episodio, me dejas sin palabras...y bien sabes que no es facil ;-)
Un apunte: "Hay un señor que me pretende". Mal. Hay más de un señor que la pretende - intuyo -, pero seguro que nadie se emplea tan a fondo ni repliega tantos medios para ello. Herr Scheider acaba de recibir toda mi simpatía.
Artemisa, ahí estuve hace tiempo ya, con mi ex; leer eso y me he imaginado la cara de Herr Schneider cuando miró la cuenta. Supongo que similar a la cara de la camarera que en ese mismo restaurante presenció atónita como apagaba alarmado de un soplido el flambeado que yo mismo acababa de pedir. Pero eso es otra historia.
En fin, que le paga la cena, la corteja de mil y una maneras, se preocupa de llevarla a casa, se comporta en todo momento como un auténtico caballero y usted, en pago, le caricaturiza en su blog. ¿Dónde queda su ética en todo esto? :P
Entiendalo, la sutil ironía escéptica es mi forma de entender el mundo y procesar la poética realidad que percibo. Pero todos sabemos que lo más probable es que acabe casada por la Iglesia con Herr Schneider y dotando a la sociedad de cinco churumbeles que atesoren pa nuestra pensión.
Así que por dios si hay algún otro señor que me pretenda que píe peroya, que me veo celebrando cada aniversario con Teresa Rabal en el Circo Price.
PD. Si la cuenta del Artemisa le provoca ardor de estómago, le sugiero que ni se acerque al portal raruno ese de la Puerta de Alcalá.
Pio, Pio!
Pregunto: ¿cual es el interés de servidora para con el enamorado (pero sin sentido del humor) Herr Schneider? ¿Tiene alguna posibilidad real? Si la cosa prospera, ¿seremos invitados al enlace nupcial?
Mi pareja y yo quisimos ir a Cavalia, pero al ver el prohibitísimo precio de las entradas, lo dejamos en el intento. Si Herr Schneider quiere invitarla a tal evento, significa que económicamente hablando está de buen ver, ya que podría proporcionarle un retiro digno de una marquesa: se acabarían los espías y su madre se alegraría de poder disfrutar más tiempo de sus hija y de sus (más que probables) 5 nietos. A tenerse en cuenta, digo.
No, no, de eso nada. Yo lo que quiero es que me mantengan ustedes.
PD. Quién ha sido el cobarde ese, que dé la cara
:-D
Bueno, es que aqui uno da la cara y acaba saliendo en portada de 'la tremolina'
Casi que mejor escondo un poco la cabeza bajo el ala y pio en voz bajita
La realidad no es poética, usted la traduce a poesía.
Yo nunca dije que la cuenta de Artemisa me diera ardor, eso lo ha dicho usté. Si algo ha aprendido con el primer jefe que tuve en esta, mi oficina, es a ser un auténtico caballero, a gastar en placeres hedonistas sin mirar la cuenta y, sobretodo, a no necesitar de listas para poder acceder a los sitios :P
No desespere, mujer, que entre tanta ética y tanta poética lo mismo encuentra un bufón multicolor que le saque del sopor que provocan los príncipes grises que suelen pretenderla. :)
Precaución, Frau Tremolinen, que la perseverancia alemana tiende a ser aplastante. Aunque tiene dos factores a su favor para contrarrestarla: la limitada velocidad punta de los panzers y el infaltable sentido de la corrección de los caballeros germanos, que les predispone al desconcierto ante reacciones imprevistas.
En cualquier caso, su falta de adecuación a La Finca de Susana le resta puntos, ciertamente (pese a que la última vez que comí en tan apreciable local algún poco cortés desconocido decidió llevarse mi paraguas para protegerse del diluvio que estaba cayendo).
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