Tengo un compañero que defiende la teoría de que Suiza, como mejor estaría, sería acabando de cerrar los Alpes, rellenándola toa de agua y convirtiéndola en un gran parque acuático. Si bien esta visión geográfica del mundo centroeuropeo se me antojaba algo drástica y sorprendente, después de 3 meses 3 trabajando en una empresa de tal nacionalidad debo admitir que comparto por entero la propuesta de tales obras públicas.
Ayer me tocó irme de cena con unos señores suizos que andan de visita por estos lares. De reunión en reunión y tiro porque me toca. Es lo que tiene ser una mujer del mundo empresarial de postín –y que tu jefe esté enfermo y pase total, añado-. Llevan aquí toda la semana (y lo que les queda), y esto es muy cansao, señores. Yo no estoy hecha para la vida paulina rubio. Yo estoy viejuna y necesito dormir convenientemente porque si no, al día siguiente, me ocurre lo de hoy: que tengo los ojos fritos y soy incapaz de discernir si lo que se sienta enfrente es mi compañero Raúl o un dromedario parlante. No puede ser, no puede ser. Ha sido un triunfo que ni el desembarco de Normandía conseguir emerger del lecho esta mañana para estar aquí como un clavo a las 9:00 de nuevo. Sobre todo, porque en el lecho se quedaba, como cada día, el señor con barba que me acompaña, al que a eso de las 7:00 diariamente aborrezco como jamás aborrecí a nadie en el mundo. Luego se me pasa, pero de 7:02 a 7:06 se me ocurren toda clase de muertes violentas en las que visualizo cada detalle tan bien hilado que la policía es incapaz de encontrar prueba alguna que ponga en duda el elemento albanokosovar del homicidio –jamás. Menos mal que en ese intervalo de tiempo me retiene la puerta del baño, y las necesidades primarias.
Míralo, ahí, el bendito, roncando, henchido de felicidad, alcanzado el nirvana en su nueva condición de indemnizado. Cómo le odio.
En fin, que aquí estoy, intentando mantener en equilibrio la cabeza sobre los hombros, y que mi ligera e inevitable mirada extraviada no se achaque a un posible problema de alcoholismo.
Menos mal que al menos han levantado las restricciones a La Tremolina y puedo acceder libremente a esta su página amiga, para hacerles partícipes de oh mi gran desdicha, pobre de mí, esta gran víctima del mecanismo laboral neocapitalista que soy.
Efemérides
miércoles, 22 de abril de 2009
Si yo nací para mantenida...
viernes, 17 de abril de 2009
El cielo desde Berlín
Estimados seguidores de la vida contemplativa:
Tengo un catarro mu gordo. Ay. Este catarro me ha convertido en un ser medio sordo que expulsa trozos de cosas por la nariz, los cuales, ante la imposibilidad de abortos espontáneos, he dado en concluir serán trozos obsoletos de napia. De tanto sonarme, que se me estará cayendo a trocitos, como a Michael Jackson. Yo qué sé. Y como el mundo es esponjoso y yo habito en mi universo paralelo, me da igual.
Esta semana de catarro viene después de una experiencia única consistente en pasarme la Semana Santa en una aldea salmantina de la que es originario el que me acompaña. Aprovecho para saludar a mi semisuegra, que me estará viendo.
Quién me iba a decir a mí, después de toda una vida dedicada a la interacción entre culturas y el buen entendimiento paneuropeo, que iba a acabar con un señor con barba que la palabra más extranjera que pronuncia es "estitar" (vocablo que, ahora sé, se utiliza por esos lares rurales del noroeste para referirse a rechupetear los huesitos de las partes animales tales como chuletitas y alitas de pollo). Deformación profesional, es muy cierto que he observado que los salmantinos no hablan como nosotros, los capitalinos de postín. Dicen "no armes" cuando quieren decir "deja de tocar las narices/cojones", o utilizan, como hicieren mis abuelos, la palabra "maestro" para lo que aquí denominamos "profe" o "seño" de cole. "Un profesor es el universitario", me espeta muy digno el que acompaña. Anda vete a estitar por ahí.
El caso es que hoy, cosas del azar, ha pasado por el hogar, escala aérea mediante, Carl, un muy buen amigo como Tobias Pipa al que hacía exactamente la misma cantidad de tiempo que no veía, ya que la última vez fue también en Berlín, a finales de 2006. Él, originario de los Yunáited Estéits of America, se mudó a Berlín después de dos años en Madrid poco antes de mudarme yo a Holanda. Y allí sigue.
Ha sido todo un gustazo verle en las dos horas que nos ha dispensado Easyjet. Hemos estado charlando en el sofá como si nos hubiéramos visto ayer por la tarde. Qué a gusto se está siempre con las uñas de tu carne, aunque sólo las veas de siglo en siglo, como a Alberto, como a Tobias, como a Sebastian, como a Carl, o aunque las veas todos los días, como a Carlos.
Charlando de Berlín, de Obamas, de las culturas, de adaptarse. Yo me he hecho mayor: vivo con un señor con barba. Él se ha hecho mayor: se queda en Berlín por dinero. Y entre las perillas canosas y las patas de gallo, seguimos charlando de cómo va el mundo y las especies, prácticamente en el punto en que dejamos la conversación (ante)ayer.
viernes, 3 de abril de 2009
Hallo Tremolinen, ich bin da
La evocación de mi amigo Tobias Pipa está indefectiblemente ligada a Joseph Ratzinger. La penúltima vez que lo vi, fue durante su visita a Madrid que coincidió con el habemus papam de Benedicto XVI el Anticaucho. Concretamente, él estaba duchándose cuando en la tele apareció la fumata blanca.
–Tobias, habemus papaaammmm!!!!
-Endlich? Wer dann?
-Du wirdst es nicht glauben…
-RATZINGER!!!! Nein!!!*
Y salió, con la toalla anudada. “Ahora tienes un colegui en lo más alto del Vaticano”, le dije, habida cuenta de su condición de bávaro.
Y se volvió al baño, meneando la cabeza de lao a lao, como diciendo “pues que dios nos pille confesaos”, literalmente.
Después de unos días en casa, se volvió a Berlín, y ya sólo lo ví una vez, por otros pocos días, en noviembre de 2006. Justo por esas fechas había conocido a Anna. Anna era una chica que no le hacía especial gracia porque le parecía muy obsesiva y posesiva, que no dejaba de hablar cual maruja del Gente y que a mí me aborreció desde el primer momento en que hice pie en el piso de Tobias, y ella tomó conciencia de mi existencia en su existencia de él.
Pero Tobias estaba muy necesitado de afecto, y una vez, hablando precisamente del asunto de por qué daba coba a una persona si no le hacía gracia, me lo hizo saber. La verdad es que últimamente no había tenido mucha suerte con aquellos (aquellas) con los que se había tropezado. Y eso de que lo fueran acosando por las calles le daba un respiro al ego, ya machacado.
Así que ahí siguieron. Ella erre que erre y él coba cobilla. La cosa se fue formando. La cosa se fue consolidando. La cosa se fue mudando a un piso más grande y conjunto. Y Tobias era un tipo feliz, la verdá.
No nos hemos vuelto a ver, y me da rabia que tampoco hemos tenido un contacto tan frecuente como el que teníamos. Alguna postal aquí y allá, algún mail inconexo cada muchos meses… Comprendo por mi parte que yo ya no vivo en Berlín, y aunque una tienda a vivir mucho apoltronada en la nostalgia, no se le puede pedir lo mismo al resto del mundo, especialmente porque mi nostalgia no es la de los demás, y cada uno tiene su forma de encararse con ella. Puede que Tobias, por ejemplo, no perciba mi ausencia de la misma forma. Puede que no la perciba como ausencia, incluso.
El caso es que hoy me ha escrito un mail una tal Cantara Oetling, de título “Hallo Tremolinen, ich bin da”**. He estado a punto de borrarlo, pensando que era basura miserere reenviada conteniendo al Capitán General de Messenjer amenazante con que me lo fueran a cerrar. Pero la mención de mi nombre de pila y el "Oetling", que me sonaba de algo (aunque no es el apellido de Tobias) han hecho que me decidiera por abrirlo.
Y dentro había una foto de un minibebé rojo como él sólo, que me contaba que había nacido el día 31 y que había pesado tal y medido cual, y que podía felicitar a sus padres Anna y Tobias por mail cuando quisiera (el “por mail” en negrita puede resultar arisco, pero es totalmente natural en el proceder alemán). Y yo he puesto unos ojos muy grandes porque me ha vuelto a dar un mamporro en toda la boca la constatación de que el mundo, al igual que uno, se mueve, y los paisajes no se quedan en stand-by hasta que uno decide volver a un lugar y accionarlos.
Y me he alegrado mucho por Tobias, qué coño.
*-¿Por fin? ¿Y quién?
-No te lo vas a creer…
-Ratzinger? Noooo!!!!
**Hola Tremolina, estoy aquí
martes, 31 de marzo de 2009
El amigo historiador
Esta sociedad seguirá a la deriva mientras la figura de el amigo informático siga siendo más valorada que la de el amigo historiador. Uno se permite el atropello continuo de llamar a Juan el Informático, para gran desesperación de Juan, a la sazón, que no es informático sino programador y no tiene ni puñetera idea de por qué el güindous te suelta eso de connection default; y sin embargo jamás se toma la molestia de llamar a Ernesto el Historiador, antes de opinar a voz en grito sobre si las tropas de Kosovo o los americanos siempre jodiendo o hay que ver los afganos qué gente o nos vamos a enterar cuando los chinos den un salto todos a la vez, estos soviéticos.
No sabemos arreglar un connection default, que es algo propio de un aparato que manejamos todos los días, pero sí sabemos sentar cátedra sobre el Oriente Próximo, o mejor aún, sobre el lejano, que es algo que ni siquiera nos explicaron en el instituto. Nos permitimos presumir de ignorancia en aquello donde probablemente no lo seamos tanto, y sin embargo, ni siquiera consideramos lo mucho que incurrimos de forma flagrante en ella al dictar sentencia sobre temas en donde realmente sí lo somos.
El pobre Juan, saturado sin remedio, y el pobre Ernesto, suspirando por las esquinas. Reivindico la figura del historiador como guía espiritual de nuestras afirmaciones, y espero que algún día llegue cuanto menos a ser reconocida en la medida en que son reconocidos en la actualidad los informáticos.
-Biiiip… biiiiip…
-¿Sí?
-Ernesto, tronco, que me ha salido delante una foto de un tío con bigote, y no sé qué hacer.
-Bueno, calma, calma… ¿está en blanco y negro?
-Sí, tío, sí. Date prisa, que me estoy poniendo nervioso.
-Tranquilo, hombre, que eso te lo arreglo yo en un guá. Hmmm... en blanco y negro. ¿Le has dado a algún sitio? ¿Dónde has tocado? No habrás abierto El Capital, ¿no?...
-No, no, que vá, tío, no he tocado nada. Estaba ahí leyendo chistes reenviados y me ha salido esto. Ay madre, ¡¡¿no será un dictador que me borre el disco duro?!!
-¿Pone algo en ruso?
-No
-¿Y es negro, el tío?
-No, tampoco
-Y no pondrá algo en español… “una grande y libre”, “tú lo que quiere es que me coma el tigre”… cosas de estas...
-¡No, tío, no pone nada! Sólo es un tío con bigote que parece pintado, un sombrero ridículo, y mirando parriba.
-¡Ah bueno! ¡Entonces ese es Groucho Marx! No te preocupes, es inofensivo. Dale a guardar, y listo.
martes, 17 de marzo de 2009
Cu-cu... Trás
Josef Fritzl se tapa la cara con un archivador azul, demostrando que las verdades absolutas que se aprenden en la más remota infancia, perduran para siempre: si te tapas los ojos, ya no te ve nadie, ya no estás. Cu-cu… trás.
Qué verdades absolutas habrán aprendido sus hijonietos en la más remota infancia.
Que la Tierra tiene 50 metros cuadrados, y todos esos libros donde dicen que es plana, se equivocan.
Que tu padre es tu abuelo y el Espíritu Santo, que se lleva a algunos de tus hermanos al cielo, escaleras arriba, al poco de nacer.
Que un día dura lo que duren los filamentos de bombillas Philips.
Que parece ser que en la Tierra hay más gente, a juzgar por los señores esos de casco y metralleta que están entrando por la puerta.
Soy incapaz de siquiera acercarme a imaginar todo lo que habrá pasado por las consciencias, las coherencias, los raciocinios y los aparatos digestivos de esas personas al ver la primera brizna de césped, una tras 24 años, otros tras lo que dure una vida.
Descubrir la evolución de 1984.
Los húngaros pueden venir a vernos.
Los malos ahora son los árabes.
Y Michael Jackson.
Y en esta evolución de 1984 existe un nuevo monstruo, llamado televisión. La televisión, que está en todas partes y quiere tu cara. Y te da dinero, y muestra a tu padre en cada pantalla, y tiene una novia en cada puerto, en cada juzgado, en cada vecina.
Y la insalvable verdad de haberse erigido uno en mono de feria.
Cu-cu… trás.
lunes, 16 de marzo de 2009
Los gatos
Redacción: los gatos
Los gatos son unas cosas peludas y con piernas que andan hacia delante y se chupan la manos. Tienen por costumbre engancharse en el cuero, la tela o la pana de los sillones y sembrar pelito por alfombras y camas. A algunas personas les gustan los gatos y entonces quieren cogerlos y agarrarlos y los gatos hacen bbbbbbfffffffff y no se enganchan en el cuero de los sillones sino en la piel de las personas.
Los gatos son muy listos y saben lo que les gusta a las personas y cuando las personas tienen un jersey azul con triangulitos que les gusta mucho pues a los gatos también les gusta y se cuelan en los cajones para rendir pleitesía al jersey que les gusta mucho y que también te gusta a ti y para ello hacen pis en el jersey y también firman con las uñas.
Pero a los gatos nunca les gusta el jersey verde con lunares que pones en el suelo aposta para que hagan pis en él.
Los gatos también son unos animales que se van de casa con sus amigos y vuelven para comer pero si no tienes whiskas para darles no vienen para comer y ya no vuelven nunca más.
Y eso son los gatos.
(Dedicado a Rony, en su patidifúsica ocurrencia de querer agenciarse un gato)
jueves, 5 de marzo de 2009
Madrid no tiene tundra
El jodío del tedio ha vuelto hoy a por mí. Habrá ido a mi antigua oficina, se habrá enterado de dónde trabajo ahora, habrá cogido un taxi, y aquí se ha plantado, en la 3ª planta, con su hatillo y su sombrero.
Cuando le he visto aparecer por el pasillo, directo hacia mi mesa, silbando, no me lo podía creer. “Cómo cojones ha dado este desgraciado conmigo”, pensé, mientras miraba alrededor en busca de refugio. Pero no ha habido tiempo. Ha tirado el hatillo parriba, ha vuelto a trepar por la pata de la mesa haciendo gruuuummmpppffff, se ha sentado en el borde dejando las piernas colgando, ha girado la cabeza para mirarme, y me ha dicho: “Bueno, qué. ¿Te tiro de los pelos ya, o te pones con La Tremolina?”.
Así que he mirado hacia delante, a la pantalla, y me he puesto a aporrear el teclado sobre un documento .doc. Nada que ver. No se disfruta lo mismo, la verdá.
En fin, qué les cuento. He visto a Fidel Castro con un chándal de Adidas en una fotografía. Qué quieren que les diga: a uno se le caen los cimientos de la civilización con esto. Yo, que provengo de la Guerra Fría, con un mundo de soviéticos vs capitalistas y los de en medio pillando de los dos laos en la medida de lo posible en lo que caían las bombas atómicas de ambos, pues ante estas vicisitudes me despisto y se me caen las estructuras de las cosas. Como si a Ho Chi Minh lo soltaran en un Mercadona. Pues se despistaría, el hombre. Me aparece Fidel con un chándal de Adidas y lo siguiente es ver a Reagan de vacaciones en un koljos. Con una piña colada, cual playas de Malibú.
Y hablando de playas, nunca he entendido por qué las gentes del mundo lamentan que en Madrid no haya playa. “Ay, está muy bien, pero le falta la playa”, “es que Madrid no tiene playa”… Coño, tampoco tiene tundra, y no creo que llegue al 2% el porcentaje de capitalinos que se despierta todos los días pensando en eso. “Ay, si Madrid tuviera tundra”, “la lástima de irte a vivir a Madrid es que no tiene tundra”… y el metro abarrotado de ojos llorosos cada lunes por la mañana porque Madrid no tiene tundra. Pues no, ciertamente Madrid no tiene playa, ni los desagües de la ducha llenos de arenilla, ni el cuerpo pegajoso todo el verano, ni la necesidad de comprar agua embotellada, ni la imposibilidad de seguir caminando hacia delante, que es lo que para mí, ente de interior, significa una costa.
Porque no olvidemos las limitaciones que suponen las mismas, muy clarividentemente expresadas por mi vecino Jorge a los 4 años de edad: “Los chinos no pueden tener muchos hijos porque como son muchos, no caben, y se caen al mar”