Mi infancia son recuerdos de un patio de Plaza España, y de un "coño, Lola; Lola, coño" que según mi madre fueron mis primeras palabras, al ser lo que más se oía desde una de las ventanas del referido patio. Los sábados por la noche dormía en la cama grande con mi mamá y los domingos tocaba ir a llevar pan a los patos (lechuga en días señalados) al Campo del Moro. Y estos dos hitos semanales marcaban El Dorado de cada lunes.
En la heladería de la esquina, todos los días sin faltar uno, me regalaban un pequeño cucurucho con su bola y todo, y mi recuerdo está obcecado en ponerle al dependiente la cara del panadero de Barrio Sésamo. Puede que también el nombre, ¿realmente se llamaría Chema?
Yo llevaba el pelo corto y un vestido azul con flores. Los sábados de mañana me sentaba en el salón frente a la tele, y La Bruja Avería me advertía de que si me reía iba a romper la lavadora. Yo, que estaba convencida de que vivía en el tambor de la nuestra, miraba de reojo a la cocina mientras Nani preparaba el desayuno. Nani, que en los recién inaugurados ochenta hacía gala de los pelos de colores que todo postmoderno debía lucir, los mismos pelos de colores de La Bruja Avería, y la lavadora, y La Bruja Avería, y Nani, y La Bruja Avería, y la lavadora, y yo con mi rigor mortis que no me acercaba a la cocina ni muerta de hambre.
A eso de las tres de la tarde venía mi mamá de trabajar y entonces tocaba fiesta mayor, y a veces íbamos al parque y yo le pedía que preguntara a los otros niños si podía jugar con ellos, y ella respondía que tenía que acercarme yo y preguntarselo, "¿o cuando te eches novio también voy a ir yo a preguntarle "oye, quieres ser el novio de mi hija?"". (Qué poco sospechaba ella cómo se iba a arrepentir de aquello, probablemente).
Bajando un poco la calle donde estaba mi casa y pasando el arte y su copia, estaba mi cole. Después de las clases, las mamás solían tomar un café en una plaza cercana mientras nosotros desfogábamos nuestra hiperactividad infantil. Yo era amiga de Marina, que era una niña muy mala que les decía a los otros niños los reyes son los padres y que al parecer estaba un poco loca porque su madre era psicóloga, pero yo no lo sabía. Ni que fuera mala, ni que estuviera loca. Yo vivía encandilada por ella y su colección de figuras de Dragones y Mazmorras. Y también era amiga de Gonzalito, que era uno que una vez me zurró porque no quería ser su novia.
Mi casa tenía una habitación con una lámpara que era un chupete, un tresillo donde me rompí un brazo, y muy poca luz. Era uno de esos pisos interiores que daban a patios del Madrid de mis bisabuelos y cuyo primer contrato de inquilinato se fijó en cien pesetas mensuales.
Vaivenes del azar, después la existencia me llevó a otros lugares, en otras provincias, en otros países. Pero volví cuando los planetas se alinearon para hacerlo, siempre vuelvo. Y en este mismo patio llevo más de una década rehabitando. Sin coños lola pero con bachata, sin tresillo y sin chupete pero con gas natural, y con la misma escasa luz del exterior.
Tengo un problema muy grande. Cual magnolia, cual cardo borriquero, necesito de luz natural para realizar la fotosíntesis. Pero cada vez que me cruza el horizonte la peregrina idea de adquirir un inmueble más luminoso, se me hace un burruño en las entrañas, el páncreas se me parapeta tras la vesícula biliar y los agujeros de la nariz se me dilatan incontrolablemente. Y se me pasean por el occipital a ritmo de videoarte Lola, Marina, el heladero panadero, Gonzalito, Nani, La Bruja Avería, y todos los novios del parque que pude tener y no tuve.
El Transmongoliano
Hace 11 años
4 comentarios:
Y la suerte que tengo de no tener arraigos internos. Que me los debí extirpar en la adolescencia, oiga usted.
Pues es un problemón el suyo, realmente.
Y con todos sus pesares, a mí me da una envidia que te mueres (bueno, que me muero yo).
Ays.
R
Que tiempos aquellos...con tantos recuerdos.
Y si, ciertamente una de tus primeras frases fué esa; aún recuerdo la cara que puso "tu tia postiza" al oirte.
No, nunca me he arrepentido de darte un pequeño empujoncito para que perdieras aquella incipiente timidez y me alegro de que se fuera quedando en el camino y de que no te haya ido nada mal.
La lampara chupete aún la guardo en espera de algun nieto a quien ponersela y Chema el heladero continua en la esquina.
Por lo de que el piso tenga poca luz no te preocupes, ya estoy en ello; en cuanto me toque la loteria te compro un ático en el Madrid de los Austrias; entretanto, cuando necesites luz y sol, vienes a casa a pasar algún dia que aqui siempre sois bien recibidos .
Y ahora que lo pienso: vaya amistades infantiles las tuyas...una pirada y un futuro maltratador, casi-na.
!Gracias, me encantan tus recuerdos!. Ciao per tutti.
Querida Tremolina:
Hay gente que mataría con las manos por vivir cerca de donde usté vive y poder hacer la fotosíntesis tomando un helado donde usté y yo sabemos.
Y hay gente que mataría por poder acariciar sus recuerdos no sólo con la mente.
Qué quiere que le diga, ese piso tiene un nosequé y un quéseyó difícil de superar.
Le mando un abrazo, por cierto.
...y buena semana, Tremolencia!
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