He comenzado el año a ritmo de Camarón y La Violetera, después de acabarlo a golpe de María Dolores Pradera mientras ponía las claras de la bavaroise de turrón a punto de nieve hormigonada, porque no veas tú ozú mi arma lo difícil que es dejar eso tieso hasta que se sujete la cuchara.
Pues sí, me desperté con Camarón, hice las labores del hogar propias de mi sexo y condición, y la tarde la pasé envolviendo regalos mientras en TVE1 echaban La Violetera, protagonizada por esa Beyoncé de los años 60 que era Sarita Montiel. En una era plagada de Twiggies, Audreys Hepburn, Conchitas Velasco y otros cadáveres cinematográficos, da gusto ver a la Montiel interpretando Frou Frou con un caderón que unía Valencia y Mallorca sin necesidad de puente. Y qué voz, y qué guapa, y que elegancia indómita. Mucho Marujita, mucho Carmen Sevilla, mucho Rocío Jurado pero para mí la Saritísima era la más grande. No en vano trabajó con Gueri Cúper y Bar Lancaster, en una época en la que a lo máximo que se podía aspirar por aquí era a protagonizar Nobleza Baturra II. Y para demostrar que eso era triunfar en Jólibu y no lo de la Pé, aquí les dejo el artículo de la wikipedia que trata de su vida amorosa, que no tiene desperdicio (el artículo, no la vida amorosa). Me ha inspirado tanto que, de hecho, estoy por inaugurar una nueva encuesta tremolinera para elegir la frase cumbre del artículo.
Pero a lo que iba: llevo tres días cantando llevelusté señorito, que no vale masquiun reaaal. Y pensado en lo impredecible de la vida. Poco iba a saber Sara en aquella época que Ejpaña se iba a reir de ella por liarse con el único cubano de toda la isla que, no contento con no estar bueno, parecía la reencarnación de El Puma un día de resaca. Y que todo lo que al popolo le viniera a la cabeza al invocarse su nombre sería pero qué passsa, qué invento es eeeeste, en lugar de los habanos de Hemingway. Y es que la vida es impredecible, y nunca llegas a imaginar qué sorpresas te tiene preparadas el destino. Mi amiga Irene se agenció una gata de nombre "Astro". Como no era un nombre, a su juicio, muy femenino, la llamó "Kira" (huelga decir que yo me negué y la seguí llamando Astro). Ahora, un par de años después, han descubierto que no era una gata sino un gato. Sobre el hermafrodismo de los gatos que pueda inducir a sus dueños a dudar de su sexo no me promulgo: soy una ignorante del mundo felino y, tras desechar la estupidez por parte de mi amiga como origen, sólo me queda pensar que algo habrá (o más bien no) entre las patas traseras del bicho que induzca a confusión. Total: que ahora tienen un gato macho al que llaman Kira, que además, en mi opinión, es nombre de drag, laverdá. Lo que no sé es si le sigue haciendo kikis detrás de las orejas.
La vida te da sorpresas. La gata era un gato. Sarita sobrevive pese a sus siete puros diarios. ¿Quién caerá antes, Carmen Sevilla o ella? Mira, otra idea para una encuesta.
(Como despedida, aquí les dejo con Frou Frou y el radio completo de las caderas de la Montiel)
El Transmongoliano
Hace 11 años
2 comentarios:
No sé Astro-kira, pero el gato de mi hermana se ha gastado unos cojonazos (con perdón) hasta el día que se los cortaron que nunca dió pie a confusión. Esas confusiones en una tortuga, lo entiendo; en un gato, no.
A Sarita, psché, qué le voy a contar. Un ejemplo de no saber envejecer con dignidad. Como dice, fué grande, para algunos, la más, pero no supo digerir la fama. Hoy, chochea más que otra cosa pensando que sigue siendo un mito, pero el affair con el cubano (se ha olvidado mencionar las especulaciones sobre la condición sexual del mismo, que añadió, si cabe, aún más sorna a la guasa del asunto) fagocitó la leyenda y nos dejó la caricatura. Lo dicho, una pena.
Usté lo ha dicho: hasta que se los cortaron. PArece ser que este los traía cortaícos.
¿Qué es envejecer con dignidad? ¿No salir más en la tele/prensa/etc? ¿Y de qué se vive entonces? Intuyo que los únicos que han podido envejecer con dignidad son los que se murieron antes.
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