Efemérides

1 de febrero: Nace Norman Rockwell (1926)

domingo, 27 de enero de 2008

El peluquín que sube y que baja

Ayer, tras mi semanal cita televisiva con David Cantero, tuve ocasión de descubrir casi como por casualidad que, si uno tiene un poco de paciencia, después del fútbol hay un apartado de deportes. Para los no versados indicaré que David Cantero es un señor en el que probablemente piensa su señora los sábados de noche durante los prolegómenos del lecho conyugal. Bueno, al tema. Que después del fútbol resulta que sale un apartado de deportes. Y así se me apareció por sorpresa mientras procedía yo a la ingesta de una sopa castellana, con la imagen en pantalla de unos señores rusos (dama y caballero) que, dando vueltas por una pista de hielo con sendos patines en los pieses, de repente él la agarró a ella por un tobillo y ella, echa un ovillo sobre sí misma, dio unas 5 vueltas completas girando alrededor de él, que actuaba como eje. "Se trata de otro impecable ejercicio de la escuela rusa", comentó el locutor deportivo.
Claro. Normal. Es lo que llaman un gap cultural, convine yo. Un español, cosas del clima y las costumbres, no concibe en principio que uno pueda ir deslizándose sobre el hielo y agarrar de repente a la pareja por un tobillo con el fin último de dar siete vueltas sobre sí mismo. No sé, no surge. Aquí hace calor y tal y uno sale a la calle y se aplatana. En cambio en Rusia, pues oye, qué vas a hacer, es lo que tiene el frío. Vives en plena estepa en el siglo XIX, algo así como Los Santos de la Humosa pero en llano, llega Septiembre, te metes en casa, no hay electricidad, sabes que hasta junio no vuelve a salir el sol, ¿qué haces? Pues escribir Guerra y Paz. A ver, qué vas a hacer. Como ahora ya hay televisión, pues en lugar de hacer el Tolstoi, a los rusos les da por girar sobre sí mismos con la parienta adherida por el muslamen. A ver, qué vas a hacer.

Y en fin, en mis reflexiones estaba cuando descubrí que el futuro inminente me tenía reservada otra sorpresa. Esta vez, de muy mayor envergadura. Qué dirán ustedes que ví, señores. Pues un anuncio de Movistar. Pero no cualquier anuncio, no: ¡¡es un anuncio que termina con una imagen del peluquín que sube y que baja!!! ¡Já! Todos aquellos incrédulos que se apartaban de mi lado cuando yo departía al respecto del peluquín de Gran Vía que sube y que baja, todos esos impíos que se burlaban de mi estado de salud mental cuando les preguntaba si conocían de su existencia, todos esos prepotentes que vivían en la ignorancia, todos, todos, tendrán que rendirse ahora ante la evidencia y la irrefutabilidad que otorga la comprobación empírica. ¡¡El peluquín que sube y que baja existía, señores!! ¡¡Las multinacionales no mienten!!

lunes, 21 de enero de 2008

Por alusiones (para Montse 1/2)

Mi natural incapacidad para con la informática hace que no haya conseguido encontrar la forma de hacer un comentario al comentario, así que me veo en la necesidad de hacerlo así a lo grande y con título verde.

El comentario versa sobre la necesidad de tratar en mayor profundidad un tema que Montse 1 ó 2 ha citado en su nota al pie. Sucede que yo también llevo largo tiempo teorizando al respecto de la idoneidad de diferentes características a la hora de escoger anexo. Nuestra amiga aporta una nueva propuesta al estudio: un sordomudo. Hm. Interesante reflexión. He considerado pros y contras de los datos proporcionados para el análisis, pero aún así, creo que sigo ciñéndome a mi principal apuesta: Montse, yo sigo abogando por el huérfano. Es cierto que con un sordomudo no discutes. Pero con un huérfano no discutes con su madre, que resulta (estarás conmigo) mucho más rentable. Con el huérfano, además, evitas que la familia (ajena, se entiende) irrumpa en tus tardes de sábado frente al sofá con la excusa de tomarse un café, bajo la mirada juzgadora hacia todo lo que la rodea de ese personaje feroz que es La Suegra. Y qué decir si La Suegra, además, es de los que pasan de las miradas a los hechos y, directamente, te planta la sopera verde de la tía Brígida en lugar visible del salón, acompañando el acto con un: "aquí, aquí mucho mejor y que se vea, y no ese retrato del Groucho Marx ese que le habías puesto a mi hijo en el comedor" entonado a través de una sonrisa maliciosa, mientras tú piensas un "señora, que a todo esto, verá, cómo le diría yo, que es que resulta que el comedor es mío". Pensamiento que, por supuesto, al final no espetas.

Que no que no que no. Que mejor un huérfano. Qué narices va a venir una señora a mí a joderme el drama de turno de las 16:15 de Antena 3. Para nada hombre, para nada.

El schotis de lo que pasa en mi escalera

Me encuentro el pasado sábado atusándome frente al único espejo existente en mi hogar, sito en el recibidor (porque yo soy persona con estilo y en mi casa hay recibidor), de cara a mi inminente encuentro con un señor alemán. En esto que llega a mis oídos, proveniente de la escalera del edificio, lo que parece ser un aria interpretada por un excelente barítono. Coño -me digo-, qué bien que da este tío el do de pecho. ¿Qué será lo que está cantando? Espero que se trate de alguna pieza de Puccini, Verdi o italianos a su altura, y no walkirias o don giovannis o menudencias semejantes ideadas por austrohúnagros cualesquiera.
La curiosidad cobra vida y pego la oreja a la mirilla, a fin de identificar la obra. Ñññññiiiiiiquéseso que dice... Por fin doy con las palabras exactas: "Desde los veeeerdes vaaalles al inmeeen-so-maaar (...)"

Ole, ole y ole. Cómo me gusta mi comunidad de vecinos. Original y variopinta como ella sola. Hasta ahora hemos conseguido reunir en una misma finca a:
-la colombiana que a las 4:28 de la noche grita "basuuuuuraaa!!!!" por el patio interior de la letra B
-la multiorgásmica non-stop a la que todas envidiamos y de la que todos estamos un poco hartos, laverdá
-el recientemente aparecido barítono improvisado.
-esta que firma, que no es moco de pavo.
Entre otros.

El caso es que la melodía me ha hecho volver sobre la polémica de la semana, mientras me pongo los zapatos. No entiendo por qué les ha dao ahora porque si poner un himno nuevo, que si la letra es muy chorra, que si los jubilaos de Cuenca lo que quieren es acabar de contertulios... Y además, si el himno letra ya tenía. ¿O era sólo en mi cole donde uno aprendía en el recreo eso de "viva Franco / que tiene el culo blanco / porque su mujer / lo lava con Ariel...", seguido por estrofas concernientes a la familia real en pleno en relación con distintas casas de detergentes. Bueno, sólo una casa más, porque lo segundo que citaban era "lejía" y eso es un genérico.

miércoles, 16 de enero de 2008

El esloveno, ese gran desconocido

Se quejan mis dos lectores al respecto de la asiduidad de mis comentarios. Que quepasa, que quesesto, que si sólo voy a escribir dos veces al año después de hacerme la chulita con que si la modernidad y el bló y leshes. No es culpa mía, amigos. La intermitencia se debe a las desavenencias entre la telefónica y la que suscribe. Pero haré lo posible por que mi sableo de internés a vecinos y allegados se dé con una mayor frecuencia, mientras tanto.

Pero no es esto lo que yo quería comentar. Lo que yo quería comentar es que este fin de semana ha habido un esloveno pernoctando en mi casa. Un esloveno es un señor que antes era yugoslavo y ahora ya no lo es. Ahora es unioneuropeísta. Gracias a él, he aprendido que Yugoslavia nunca perteneció al Pacto de Varsovia en general ni a los rusos en particular y que, por consiguiente, aunque eran comunistas, veían películas de James Bond. Cultura general aparte, lo que he aprendido es que el concepto "sueco" como icono sexual se debe únicamente a que Alfredo Landa no había descubierto a los eslovenos (eslovenas, se entiende). Así de simple. Porque soviéticos no serían, pero en bikini a las playas de Benidorm tampoco debían de venir, al parecer. Craso error el de Alfredo Landa. Yo ya tuve ocasión de comprobarlo cuando anduve por esos lares: Eslovenia es el país del futuro para el turismo sesuá y la alegría visual. Son, cómo te diría yo... son como los austríacos, pero con un toque kalinka. A lo Danko, Calor Rojo.

El problema es que en el mundo sólo hay dos millones de eslovenos. Suecos tampoco es que haya muchos más, eso es cierto, pero a alguno más sí que tocamos. Ahora que lo pienso, igual fue por esto que Alfredo Landa se decantó por los nórdicos al final, y no que su elección se debiera a la ignorancia. No, igual fue que lo hizo con vista. Y hablando de suecos, ¿ustedes se han fijado la cantidá de suecos que hay sueltos por el mundo? Holandeses también hay, pero estos van de a uno y de incógnito. Los suecos, por contra, se arrejuntan en grupos musicales. Desde los sempiternos ABBA hasta los fugaces Ace of Base, pasando por los aclamados Cardigans o los casi olvidados Roxette (que, según una Super Pop del año 1991, tuvieron que cambiarse el nombre en no sé qué país asiático porque el suyo significaba "estornudo"). Total, que eso: que si uno se percata, en la Tierra hay mucho grupo musical sueco diseminado. Esto a mí, que soy persona reflexiva, me hace pensar. ¿Será como en Brasil con los futbolistas, y la única forma que tengan de salir del país hacia tierras más cálidas sea fichar por una discográfica internacional? Y hala ahí tós los suecos venga y dale a componer...

No sé, señores, pero volviendo al tema que da nombre al inciso de hoy: qué gran pueblo, el esloveno. Si no me creen, vayan a verlo. Pero dejen algún milloncejo pa mí.

domingo, 6 de enero de 2008

Como en los cuentos de la perdiz

Anda tó Madrid buscando un váter. Se ve que a los señores que abren las puertas de los laboratorios pa que los virus salgan a hacer sus necesidades, les ha dado este año porque el andoba ataque al intestino. Y así anda Madrid. Yo incluida.

Pese a todo, he conseguido mantenerme bastante al margen. Se ve que un año y medio de exilio euronoroccidental ha conseguido hacer de mi organismo una amalgama resistente a (casi) todo. Resistente, incluso incluso... a los mensajes de año nuevo. Me pregunto si habrá una base de datos general de españa, como la de rebuscar tu número de la lotería de Navidad que te dice si te ha tocao lo que juegas o no, en la que escribas un par de palabras y te saque una dedicatoria de las que escribíamos en las carpetas en la mocedad, apta para enviarse a toda la agenda de teléfonos en forma de sms de bienaventuranzas pal año nuevo. O si, por el contrario, las gentes se las inventan. Sacan su lado creativo y ahí retorciéndose sobre los mazapanes consiguen la rima final: "te deseo que seas muy feliz / como en los cuentos con la perdiz" ¡¡Ole, me salió!!! Enviar.

Mi favorito de este año es uno que contaba algo así: "He visto a la FELICIDAD -inciso: así en grande- y me ha dicho que iba a tu casa. Le he dicho que lleve también a la SALUD y al AMOR porque blablabla". El blablabla viene porque verdaderamente me quedé shock a la tercera de BloqMayús y ya no recuerdo más del mensaje. Lo firmaba una tal "Raquel". He conocido dos raqueles en mi vida, a cada cual más improbable para adjudicarle el sms de marras. Y no sé a cuál de las dos hace más años que no veo.
Luego también los hay de exaltación de la amistad, de variantes acentuales del español (uno que resucita a Chiquito de la Calzada -saludo a Antonio), y otras gestas.
He de admitir que he recibido mensajes de números que no identifico, y lo que es mejor: de gente que no sé quién son. Pero como son pa tol mundo, como la globalización, pues tampoco tengo la certeza de que fueran para mí. Así que igual el remitente se equivocó. Y por más que yo me deje los cuernos también retorciéndome sobre el mazapán, repasando cada campamento y cada curso yoga y cada sustitución por maternidad y cada fiesta en casa de Dieter, nunca consiga averiguar quién coño es Cinthia.


Por cierto: desde aquí quiero aprovechar la coyuntura para enviar un saludo a Irene y a Jesús I El Acostumbrado, autores respectivos de los dos únicos sms personalizados de la ya mentada fecha, en los que no sólo me citan sino que, encima, van los tíos y recapitulan sobre las cuestiones que nos unen y separan. Grasias :)

martes, 1 de enero de 2008

La guinda

Ayer es día 31 y la tradición manda. Magarro mi tren cercanías y me dirijo al hogar familiar. Voy leyendo El País: he decidido que voy a formarme e informarme. La ventaja de comprar el periódico en el quiosco más llamémosle conservador de tu barrio es que no tienes que madrugar para hacerte con El País + película. Son pues casi las 2 de la tarde cuando subo al tren.
Sube a la vez un ruso de uniforme: guantes de cuero negro, maletín promocional, gesto de Urales. Yo, que soy mujer impresionable y el día anterior he visto "Promesas del Este", me cago, básicamente. Bueno, me cago sólo de boquilla: en realidad yo soy de ese tipo de seres humanos absurdos que se sienten atraídos por aquello que de antemano saben que no ha de traer nada bueno. En mi defensa he de decir que eso sí: sólo un rato. Qué estaba yo diciendo. Ah, sí: el ruso. Pues eso: que después de un neurótico con pluma, el único paso lógico consiste en sentirse atraído por un sicario siberiano, así que yo presto pleno ojo a El País y pleno rabillo del ídem al sicario.
Observo que éste pertenece a la raza transistor. Es decir: si bien no el móvil, sí lleva el emepetrés a toda leche. La muchacha de enfrente, originaria de Zimbabwe, va cantando a voz en grito lo que sale del emepetrés del ruso. Así con mirada de rubito de ojos azules o bajas el volumen o te meto el casharro por el orificio nasal izquierdo. Se ve que ella no le teme al sicario. Se ve que ella ha visto sicarios peores en su Zimbabwe natal. Yo no, y me cago, ya que preveo sangre.
Al ruso le suena el teléfono. Es mi oportunidad, me voy a enterar de todos los entresijos de las mafias eslavas y los clubs de carretera. El ruso, como todo ruso al que le suena el teléfono en un medio de transporte, apenas habla. Contesta con frases muy breves a lo que el interlocutor le cuenta. Mierda, así no voy a enterarme de los entresijos ni las gallinejas de la clandestinidad. Bueno, porque no habla, y porque de lo poco que dice yo no consigo descifrar más que un "no sé, que no sé, que te digo que no sé". Madremía, quién te ha visto y quien te ve, con la zarina que tú estabas hecha, por cinco años de ná que hace que no tocas el idioma, y ya pa los restos. Total, que ná, que el ruso se baja (no sin antes volverse a poner los guantes de cuero negro, ¡¡qué momento!!) y ahí queda mi fílmica historia de amor.

Y en fin, que la tarde pasa y llega Nochevieja. "La Asociación de Enfermos de Alzheimer de Coslada le desea un feliz 1984", reza el primer mensaje que recibo en el móvil. Se cena. Mi tío, que es hombre de su tiempo, ha optado por la adquisición de uvas enlatadas. Novedad para mi familia nuclear. Sale en la tele la capa de Ramonchu. Vertemos las uvas sobre un platito. Baja la bola. Mi tío explica, por vigesimoséptimo año consecutivo, el funcionamiento de los cuartos. Empiezan los cuartos. Una voz espeta que aúnnoaúnnoaúnno. Suena la primera campanada. Mierda, mierda, joder!!: las uvas son en almíbar.

No podía ser de otra forma. En esta mi vida woodyalleniana, este mi año de órdago superado a base de risa homérica -como menta mi amiga Loes-, no podía concluir de otra forma que con uvas bañadas en almíbar. Es que si el hado de los cojones me hubiera puesto coles de Bruselas (que es lo único peor que puedo concebir frente al almíbar) en lugar de uvas, es posible que yo me hubiera percatado. Así que había que disimular, y me puso uvas en almíbar. Como traca fin de fiesta.

Pero yo soy persona estoica con pinta de quebrantahuesos, así que me zampo mis uvas sin esbozar apenas más que un discreto principio de náusea. Once... y doce. Joder. Sólo me falta exclamar: "¡¡yo, como buen español, mis tres platitos de sopa, y mi copita de coñac!!". Y el que no entienda el chiste es porque no tuvo un abuelo ferroviario.