Esta tarde he visto el "biopic" La Baronesa*, sobre Tita Cervera, y ahora estoy teniendo una crisis vital. Me pregunto cómo he malgastado mi vida de esta manera y no me hallo en estos momentos en la cubierta de un velero en el Lago Maggiore, liada con un aristócrata suizo, a mis 33 tacos de edad. Yo lo he puesto todo de mi parte: me he mantenido soltera y sin hijos para no tener mácula, he aprendido idiomas y algo recuerdo de las clases de Historia del Arte, y hasta me he venido a este país a vivir. Pero nada: nadie me invita a fiestas en Lugano, ni los banqueros me invitan a proseccos al salir de sus oficinas. Es más: es sábado tardenoche y aquí estoy, en casa, con el chándal cutre de faena y las zapatillas del hogar (sin borla). A este paso se me pasa el arroz.
Estaba yo muy engañada con esto de Suiza. Los ricos no se identifican entre la plebe, ni parece estar esto plagado de ellos. Como la hermana de mi amiga Irene, que me preguntaba si veía a los famosos por la calle cuando se enteró de que vivía en Madrid.
Total, que aquí estamos, mi minicrisis de la mediana edad, y yo. En fin. Dedicaré lo que queda del día a cosechar puerros (que creo que se me están saliendo de madre, nunca había visto unos puerros con flor) y a hacer sopa miso, a ver si me pongo más feng shui y menos zen. ¿Y si me agencio un perro? No, quita, quita, que la crisis de mediana edad pasa, pero al perro hay que sacarlo cuando llueve. Y además, qué coño, se me había olvidado que mañana me largo un par de días a un hotel-spa pijo de cojones, con mi amiga Esther. ¿Estará mi Heini particular esperándome allí?
¿Se imaginan ustedes, el museo Schmitli-Tremolina en pleno eje Prado-Recoletos?
El Transmongoliano
Hace 11 años
1 comentario:
Esperando el museo ese me quedo, que lo sepa usted.
Publicar un comentario