Estimados selenitas:
Vuelvo a dirigirme a vosotros en este fluir constante de verborrea que me caracteriza desde que a los 3 años de edad me diera por imitar a Fraga, según testimonio materno.
En esta ocasión, procedo a amenizaros la estancia en el tremolínico espacio con una nueva experiencia helvética, de cara a que cuando seais viejunos y os pasaeis las tardes en los bancos de los parques, podais contarla como si fuera propia y granjearos con ello algo de atención y un par de amistades. Quién sabe si el afecto de alguna quinceañera de buen ver. Bueno, arrío la imaginación, que me vengo arriba.
A lo que iba: que hoy voy a hablaros de lavadoras.
Una lavadora es una aparato que se carateriza por ser blanco o gris, eléctrico, y comunal, en el caso de Suiza. ¿Qué significa esto? Significa que aquí en la Tierra Media las lavadoras habitan en los sótanos de los inmuebles, en grupos de 1, 3 o 5 según el tamaño del mismo, y con el fin último de que todos los vecinos tengan acceso a ella según un estructurado planning mensual. Como en Suiza está to pensao, junto al planning suele descansar un bolígrafo y/o lapicero, para que el usuario goce de la cómoda posibilidad de poder apuntarse en el slot o huequito conveniente in situ, sin tener que joder subir al quinto a por el boli volver a bajar al sótano mierda me he dejado la llave.
¿Cómo funciona el tema?
El asunto es muy sencillo:
1.- Primeramente se acumulan bragas, calzoncillos, trapos de cocina y sábanas hasta que el cuerpo aguante.
2.- Cuando el odor resulta inviable, uno baja al sótano o Waschküche ("cocina de lavado", como se llama por estos lares).
3.- Agarra el bolígrafo antes citado y el planning (suelen estar unidos por una cuerda, como en los bancos, pero en cutre) y se apunta en un hueco que vea libre y le resulte conveniente.
4.- Los huecos suelen estar establecidos en tres por día: Morgen, Nachmittag y Abend (mañana, tarde y noche respectivamente), siendo esto en cómputo total de 8:00 a 22:00 horas.
Yo siempre me había preguntado qué pasa si lo usas después de las 22:00, arrancandote por un born to be wiiiilde y desafiando así las más intrínsecas normas de la convivencia del Estado (añado que la regulación del uso de las Waschküche está especificada en los contratos cantonales, como el famoso asunto del ruido y de tirar de la cadena a partir de ciertas horas). Pues bien, un día tuve ocasión de descubrirlo: pasa que la manera de asegurarse de que la gentuza como yo no proceda de tal forma es simple y llanamente cortando la electricidad en la Waschküche a partir de las 22:00. Esto es: no pude ni abrir la puerta de la lavadora, y allí se quedó tol aquelarre hasta las 8:00 del día siguiente.
Enf in, que todo esto es muy interesante pero no merecedor de una tremolina, estoy de acuerdo con ustedes. Pero la enjundia viene ahora. Porque sucede que la disposición de la lavadora, del planning y de mí misma ha desembocado en conflicto diplomático hispanoitalorruso.
Todo empezó el día en que, viendo un huequito libre un viernes por la mañana en que yo iba a estar en casa, me dio por apuntarme en la lavadora n° 2 de mi edificio. Pongamos que me apunté el lunes. Cuál sería mi sorpresa cuando bajo en el momento preciso y me encuentro con mi nombre tachado y el nombre de mi vecina de enfrente puesto en mi lugar: Stamenov. !!!!!!.
Momentos de grave duda y contingencia. ¿Seré yo, señor, seré yo? ¿Se me estará yendo la cabeza? ¿Será que me apunté y luego me borré? Porque obviamente no puede ser que la rusa me haya tachado. Esto es Suiza. Esas cosas no pasan. Pero qué coño, yo no tacho así, con tanta inquina. ¡Qué coño, me ha tachado la rusa! ¡Se va a enterar!
Agarro la escalera to parriba, escenificando el momento en que ella abre la puerta y yo le suelto cuatro verdades. La furia me supura por el tímpano al pasar por el primero. Se va a enterar, se va a enterar. Entre el primero y el segundo, mi ansiaviva se percata de que son rusos. Al rebasar el segundo ya tengo cierto respeto por la situación. Al acometer el tercero he decidido volver a casa con el rabo entre las piernas y conformarme con un "como vuelva a pasar, la armo". Pero, por si acaso, no me he vuelto a apuntar un viernes por la mañana (en que, he observado, siempre está apuntada ella).
De esto hace ya dos meses y casi casi había conseguido superarlo cuando ayer bajo con mi cesta de ropa y me encuentro mi nombre de nuevo tachado, esta vez por un tal "Moriarti" o "Mahandi".
Esto es demasiado. Y además, ni los italianos ni los magrebíes me imponen tanto como para jugarme la lavadora (consecuencias de haberme criado en plena Guerra Fría). Ni las posibles reminiscencias a Sherlock Holmes hacen mella. Se van a enterar. Agarro el ascensor (por si acaso). Voy planta por planta mirando los timbres. Localizo a "Moriadei" en el cuarto. Llamo. Me abre una señora de unos 90 años que intenta comunicarse pero apenas vocaliza. Lo llevo crudo.
En esto que emerge entre bambalinas una que resulta ser gallega y que me dice que ninguna de ellas habla alemán. Se pone a ejercer de intérprete. Ella me habla a mí en italiano pensando que me está hablando en español. La situación no deja de ser un monthy python.
Ya por fin me dice que es que la doña siempre lava los miércoles por la mañana que es cuando viene ella a limpiar, pero que ya ha acabado, así que baja conmigo a por la ropa y to pa mí. Entre tanto me cuenta que lleva 24 años en Suiza y 11 años al servicio de la italiana. Y yo me digo que hay que esforzarse mucho para conseguir llevar 24 años viviendo en un país y decir "no hablo alemán" al escuchar el primer "hola".
Y en fin, pues nada, muchachos, que bajé, puse las 5 lavadoras y se acabó. Eso es todo. Pero mis prejuicios sobre Suiza, como saben, no dejan de venirse abajo. Porque especifico que hay 2 lavadoras 2. Y en lugar de ponerse en la otra, directamente te quitan de enmedio. Eso no lo haríamos ni nosotros, joder.
(Estoy pensando que nosotros probablemente lo que haríamos sería robar la lavadora)
El Transmongoliano
Hace 11 años
2 comentarios:
Chavala que horror; para lavar la ropa en Suiza, poco menos que tienes que hacer antes un master.
Lo de la gallega que después de 24 años alli no habla ni papa de aleman, es muy fuerte; pero con lo extrictos que son para todo, puede ser que: o hablas perfectamente o no te dejen hablar.
Querida Tremolencia:
Rediós. La próxima vez, si es italiana, tienes que hablar su lenguaje. Déjale una cabeza de caballo entre las sábanas.
Ciao
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