Efemérides

1 de febrero: Nace Norman Rockwell (1926)

sábado, 12 de marzo de 2011

No siempre pasa

Ocurre a veces que una especial disposición de los átomos del dormitorio ejerce una influencia imprevista en la envoltura de la noche, y una se despereza con una diferente cadencia en el pestañeo de la que habitualmente anima la mañana. Acto seguido, las piernas que la transportan hacia el baño son más ágiles de lo normal, y allí una, al desnudarse antes de meterse en la ducha, se da de pronto de bruces con el espejo, y se sorprende al percatarse de la redondez de los pechos, la tersura, el arco que describen a ambos lados del costado, la posición central que ocupan en el marco del espejo. Con un amago de sonrisa, se plantea que igual sea verdad que no estén nada mal.

Sucede después que se ducha y es capaz de apreciar cada gota de agua recorriendo la espina dorsal, el aquópolis del final de la espalda, la pugna por ver cuáles siguen el camino natural por el valle en uve, y cuáles se quedan fuera, acariciando dos montañas en su descenso por la ley de la gravedad. Y como éstas, todo el torrente que sale de la cañería por cortesía de Isabel II. Unas van a dar con sus moléculas al lóbulo de la oreja, otras buscan directamente las manos, otras llegan sin ningún objetivo y se defenestran contra el suelo.

Ocurre que al abandonar el baño y la casa, los sentidos continuan especialmente hábiles. Una es sorprendida por el particular olor de su piel, del que rara vez se percata. Es más dulce cuando emerge de los hombros, más salado cuando lo entrega el antebrazo. Y nota también que su mirada es capaz de abarcar más milímetros de pupila de miradas ajenas, más miedos, más cansancios, más rencores, más felicidades que viajan en metro.

Ese día, los átomos se confabulan igualmente para que la casualidad nos sea propicia. Una puede verse en un momento de la tarde tomandose un imprevisible café con un atractivo alemán al que nunca antes ha visto, y que su reflejo nos deje patente que al alemán una le resulte asimismo imprevisible y no le importaría nada tomarse otro café, para ver si al final la va desentrañando. Una puede también recibir un email de Barbara en el que sólo quiere compartir con ella que en estos días inciertos en que vivir es un arte, las palabras que un día una le escribió se yerguen como un machete con el que despejar el horizonte de maleza, y simplemente quiera agradecerle la preciada arma. Y ese mismo día, finalmente, puede una encontrarse observando de lejos la brisa del ruido ajeno, y que una persona a la que admira, inesperadamente, se le acerque para felicitarla por su trabajo, y felicitarla por existir.


Sucede que todo esto, no siempre ocurre. Y cuando ocurre, los poros, el olfato, la mirada, las yemas de los dedos, las sonatas de luna y el ánimo alcanzan una comunión armónica tan indescriptible que es, supongo, lo más cercano a un milagro que mi natural agnóstico pueda concebir.

3 comentarios:

el jurisconsulto del reino dijo...

Menos mal que lo ha enderezado un poco, porque la verdad es que el post empezó de lo mas perturbador.
Se le echaba de menos

dezaragoza dijo...

¿Y para cuándo el libro que vas a escribir?.

mami-mami dijo...

Pues eso digo yo.... totalmente de acuerdo con dezaragoza.
Además; no seria el primer premio literario que recibieras o recibieses ¿no?.
Ah! y no seas tan perro, no nos tengas tanto tiempo sin tremolinadas. Ciao.