Efemérides

1 de febrero: Nace Norman Rockwell (1926)

miércoles, 19 de enero de 2011

Asaltos IV

Mi infancia son recuerdos de un patio de Plaza España, y de un "coño, Lola; Lola, coño" que según mi madre fueron mis primeras palabras, al ser lo que más se oía desde una de las ventanas del referido patio. Los sábados por la noche dormía en la cama grande con mi mamá y los domingos tocaba ir a llevar pan a los patos (lechuga en días señalados) al Campo del Moro. Y estos dos hitos semanales marcaban El Dorado de cada lunes.


En la heladería de la esquina, todos los días sin faltar uno, me regalaban un pequeño cucurucho con su bola y todo, y mi recuerdo está obcecado en ponerle al dependiente la cara del panadero de Barrio Sésamo. Puede que también el nombre, ¿realmente se llamaría Chema?
Yo llevaba el pelo corto y un vestido azul con flores. Los sábados de mañana me sentaba en el salón frente a la tele, y La Bruja Avería me advertía de que si me reía iba a romper la lavadora. Yo, que estaba convencida de que vivía en el tambor de la nuestra, miraba de reojo a la cocina mientras Nani preparaba el desayuno. Nani, que en los recién inaugurados ochenta hacía gala de los pelos de colores que todo postmoderno debía lucir, los mismos pelos de colores de La Bruja Avería, y la lavadora, y La Bruja Avería, y Nani, y La Bruja Avería, y la lavadora, y yo con mi rigor mortis que no me acercaba a la cocina ni muerta de hambre.
A eso de las tres de la tarde venía mi mamá de trabajar y entonces tocaba fiesta mayor, y a veces íbamos al parque y yo le pedía que preguntara a los otros niños si podía jugar con ellos, y ella respondía que tenía que acercarme yo y preguntarselo, "¿o cuando te eches novio también voy a ir yo a preguntarle "oye, quieres ser el novio de mi hija?"". (Qué poco sospechaba ella cómo se iba a arrepentir de aquello, probablemente).


Bajando un poco la calle donde estaba mi casa y pasando el arte y su copia, estaba mi cole. Después de las clases, las mamás solían tomar un café en una plaza cercana mientras nosotros desfogábamos nuestra hiperactividad infantil. Yo era amiga de Marina, que era una niña muy mala que les decía a los otros niños los reyes son los padres y que al parecer estaba un poco loca porque su madre era psicóloga, pero yo no lo sabía. Ni que fuera mala, ni que estuviera loca. Yo vivía encandilada por ella y su colección de figuras de Dragones y Mazmorras. Y también era amiga de Gonzalito, que era uno que una vez me zurró porque no quería ser su novia.


Mi casa tenía una habitación con una lámpara que era un chupete, un tresillo donde me rompí un brazo, y muy poca luz. Era uno de esos pisos interiores que daban a patios del Madrid de mis bisabuelos y cuyo primer contrato de inquilinato se fijó en cien pesetas mensuales.
Vaivenes del azar, después la existencia me llevó a otros lugares, en otras provincias, en otros países. Pero volví cuando los planetas se alinearon para hacerlo, siempre vuelvo. Y en este mismo patio llevo más de una década rehabitando. Sin coños lola pero con bachata, sin tresillo y sin chupete pero con gas natural, y con la misma escasa luz del exterior.


Tengo un problema muy grande. Cual magnolia, cual cardo borriquero, necesito de luz natural para realizar la fotosíntesis. Pero cada vez que me cruza el horizonte la peregrina idea de adquirir un inmueble más luminoso, se me hace un burruño en las entrañas, el páncreas se me parapeta tras la vesícula biliar y los agujeros de la nariz se me dilatan incontrolablemente. Y se me pasean por el occipital a ritmo de videoarte Lola, Marina, el heladero panadero, Gonzalito, Nani, La Bruja Avería, y todos los novios del parque que pude tener y no tuve.

miércoles, 12 de enero de 2011

Pornografía real

El Que Me Acompaña era un tipo gris que todas las mañanas a las 9:14 puntualmente cruzaba la puerta del banco en el que trabajaba en dirección a su cubículo. Allí, rodeado de biombos y armarios que tapiaban hasta el último centímetro cuadrado de ventanal, se entregaba con esmero a la desidia, el hastío y el deseo de una vida mejor, hasta que el reloj indicaba la hora en que era menester volver a cruzar la puerta del banco puntualmente, esta vez en dirección contraria, hacia la libertad. Entre medias, se dispensaba unos minutos cada jornada para compartir conmigo, correo electrónico mediante, sus más valiosos hallazgos: combinaciones inverosímiles de apellidos de clientes ("Había Coca", "Zorrilla de Matilla"...), imposibles celdas de hojas excel ("¿Financia terrorismo? Sí/No"), y tantas otras vicisitudes del mundo financierocontable. Así cada mañana de cada día, hasta que un buen día de esos se le ocurrió cambiar de trabajo, concibiendo incluso la posibilidad de que exisitera un más allá en el que no hubiera que llevar corbata ni pantalones de pinzas.
Varias semanas y entrevistas después, su anhelo se materializó en un nuevo contrato laboral. Sin corbatas y sin pinzas, con horarios flexibles y con comida. Entró a formar parte de la industria del entretenimiento.

Desde entonces, parece menos gris. Habla con freaks de la informática que acuden masivamente a ferias de videojuegos, tiene un total de tres neveras a su disposición donde guardar los tuppers que se lleva de casa (sin necesidad de disimular una neverita de campaña -adquirida entre los compañeros- en el interior de alguna cajonera, porque esté prohibido tenerlas, como en la anterior empresa), y lo más edificante de todo: se sienta junto a una ventana con vistas a la pista de padel del gimnasio de al lado y a un muro de hormigón. Eso es vida.
Al segundo día, le pasaron el primer encargo.
-¿Tú estás en adult, no?
-Eh, phm, sí...
-Hay que arreglar este vídeo, que cuando se lo bajan, no rula bien.
El que me acompaña abre el vídeo. Lleva por título "Jovencita casera se quita las bragas para ti".

Él esto no lo sospechaba. Sabía que iba a lidiar con tonos, politonos y marca 7554 para pacman. Pero de las jovencitas caseras no sabía nada. Se pone manos a la obra con el vídeo. Parece ser que el culete se queda enganchado y ya no baja el resto de la filmación. Pues nada, habrá que solucionarlo...

No he vuelto a saber nada del vídeo (ni de ese, ni de otros). Pero él lleva unos cuantos días paseandose por casa con una corona de cartón que venía con el roscón que trajo mi hermana por Reyes. No sé si tendrá alguna relación. El caso es que él llega a casa, deja las cosas, se cambia de ropa y se instala la corona. ¿Que va al baño? Con la corona. ¿Que entro a la cocina y está recogiendo el lavavajillas? Con la corona. ¿Que estamos cenando? Con la corona. ¿Que nos vamos al sofá a ver la tele? Con la corona. Y parece bien consciente del hecho. Ayer mismo me dijo: "Anda que, ¿te imaginas que llamara ahora a la puerta la del está el príncipe y abro yo?".

Normalmente acostumbra a dejarla en la mesilla por la noche al irse a la cama. Pero el otro día lo sorprendí durmiendo con la corona. Le hice una fotografía que lo atestigua. No voy a compartirla con ustedes. Primero, porque lo deja a la altura del betún. Segundo, porque me la guardo para eventuales negociaciones de divorcio.



lunes, 3 de enero de 2011

Frou Frou

He comenzado el año a ritmo de Camarón y La Violetera, después de acabarlo a golpe de María Dolores Pradera mientras ponía las claras de la bavaroise de turrón a punto de nieve hormigonada, porque no veas tú ozú mi arma lo difícil que es dejar eso tieso hasta que se sujete la cuchara.
Pues sí, me desperté con Camarón, hice las labores del hogar propias de mi sexo y condición, y la tarde la pasé envolviendo regalos mientras en TVE1 echaban La Violetera, protagonizada por esa Beyoncé de los años 60 que era Sarita Montiel. En una era plagada de Twiggies, Audreys Hepburn, Conchitas Velasco y otros cadáveres cinematográficos, da gusto ver a la Montiel interpretando Frou Frou con un caderón que unía Valencia y Mallorca sin necesidad de puente. Y qué voz, y qué guapa, y que elegancia indómita. Mucho Marujita, mucho Carmen Sevilla, mucho Rocío Jurado pero para mí la Saritísima era la más grande. No en vano trabajó con Gueri Cúper y Bar Lancaster, en una época en la que a lo máximo que se podía aspirar por aquí era a protagonizar Nobleza Baturra II. Y para demostrar que eso era triunfar en Jólibu y no lo de la Pé, aquí les dejo el artículo de la wikipedia que trata de su vida amorosa, que no tiene desperdicio (el artículo, no la vida amorosa). Me ha inspirado tanto que, de hecho, estoy por inaugurar una nueva encuesta tremolinera para elegir la frase cumbre del artículo.

Pero a lo que iba: llevo tres días cantando llevelusté señorito, que no vale masquiun reaaal. Y pensado en lo impredecible de la vida. Poco iba a saber Sara en aquella época que Ejpaña se iba a reir de ella por liarse con el único cubano de toda la isla que, no contento con no estar bueno, parecía la reencarnación de El Puma un día de resaca. Y que todo lo que al popolo le viniera a la cabeza al invocarse su nombre sería pero qué passsa, qué invento es eeeeste, en lugar de los habanos de Hemingway. Y es que la vida es impredecible, y nunca llegas a imaginar qué sorpresas te tiene preparadas el destino. Mi amiga Irene se agenció una gata de nombre "Astro". Como no era un nombre, a su juicio, muy femenino, la llamó "Kira" (huelga decir que yo me negué y la seguí llamando Astro). Ahora, un par de años después, han descubierto que no era una gata sino un gato. Sobre el hermafrodismo de los gatos que pueda inducir a sus dueños a dudar de su sexo no me promulgo: soy una ignorante del mundo felino y, tras desechar la estupidez por parte de mi amiga como origen, sólo me queda pensar que algo habrá (o más bien no) entre las patas traseras del bicho que induzca a confusión. Total: que ahora tienen un gato macho al que llaman Kira, que además, en mi opinión, es nombre de drag, laverdá. Lo que no sé es si le sigue haciendo kikis detrás de las orejas.

La vida te da sorpresas. La gata era un gato. Sarita sobrevive pese a sus siete puros diarios. ¿Quién caerá antes, Carmen Sevilla o ella? Mira, otra idea para una encuesta.


(Como despedida, aquí les dejo con Frou Frou y el radio completo de las caderas de la Montiel)