Sucede a veces que alguien entra en una mercería
para encargarse un desnudo a medida
porque el suyo le está quedando grande
y otro alguien le atiende
mirándole a los ojos
midiéndole recuerdos
y de mutuo acuerdo ambos sobreentienden
que la tela precisa
será la seda de la noche
.
De nuevo La Tremolina alimentándose de otros. "Medidas", uno de los poemas de Sacau ganadores del certamen Arte Joven Latina 2006. A ver si para 2010 hacemos doblete (o triplete, o lo que caiga).
Eso sí, como me lea Ramoncín, me va a empalar.
Efemérides
domingo, 31 de enero de 2010
Medidas
viernes, 29 de enero de 2010
La mesa que cojea
Como ya se habrán percatado ustedes de, mis avezados lectores, hace un tiempín que sigo un bló ajeno que ni siquiera es de la familia. Esto no es habitual en mí, puesto que a una le sobra y le basta con loarse a sí misma y leerse y releerse las tremolinadas cual intelectual onanista, en mi inmensa originalidad y gracia literaria. Pero ya ven, después de Rob Lowe vino Brad Pitt y uno nunca está a salvo de los estímulos del exterior. Y así es que llegué a la mesa que cojea. Y así es que reviso los cuadernos y papeles que tienen tirados por encima, con considerable frecuencia.
Confieso aquí haber experimentado malsana envidia del dueño de la mesa. Qué quieren: el mondo modernno me come y de haber iniciado La Tremolina una tarde prenocheviejera teñida de inmenso tedio y haberle dado la dirección a Sacau (por hacer algo), he pasado a esperar con devoción las actualizaciones de Google diarias que me dicen si tengo una visita de Matalascañas o si la gente llega a La Tremolina buscando "tetas + torrevieja", ya saben. Así que cuando uno observa que a la puta mesa le dejan una media de 70 post-it en forma de comentario, la envidia le corroe. "Hm. Seguro que tiene amigos en El País, el advenedizo este".
Pero han pasado los días. La mesa sigue generando cojeos y post-its adyacentes. Yo misma pego chicles por debajo (disfruto, no lo puedo evitar). Y sin embargo, ya no me da envidia. He entrado en razón. Y he comprendido que La Tremolina no sería la misma si en el elegante apartado "Comentarios" de Gigantes y cabezones (por ejemplo) quedaran relegados los escogidos y reducidos contertulios de hoy y de siempre, en favor de un anónimo gentío que grita "soy el primer comentarioooooooooo!!!!!!!!!!!", "inquisidor, eso es lo que os pasa a los del psoe la culpa la tiene Zejitas", "¡¡¡me mola tu blog tío visita el mío http://...!!!", y así sucesivamente.
Amén de que al que me acompaña le iba a dar algo si hubiere de soportarme a mí y a mi ego con una media de 70 comentarios diarios. Y un hombre que baja la tapa del váter por propia iniciativa, ya lo sabemos, no se merece eso.
Sin embargo, sí quisiera expresar mi admiración ante el hecho de que el ebanista lea todos los comentarios que le dejan. Pensé que no sería el caso, como cuando tienes ocho años y escribes una carta a Leticia Sabater para que te salude desde su programa y nunca te contesta y aprendes cosas muy valiosas para la vida. No: él lee los comentarios y contesta cuando le increpan.
En fin: señores contertulios, fieles lectores, paseantes esporádicos y salidos/as que llegaron aquí por error: ¡muchas gracias!. Además, yo sé que muchos de ustedes están en la sombra. ¡¡Me lo dice Google!!
martes, 26 de enero de 2010
Soy una djinn
...que, según he dado en concluir, es un tío azul con músculos y eventual barba que vive en una lámpara de aceite.
El caso es que me han dedicado una fábula y mi ego no puede sino hacerlo constar aquí. En la fábula el djinn es un personaje más (nada hacía augurar tan escaso protagonismo, una secuencia de apenas dos líneas o tres durante el desarrollo, psch), pero la fábula es fermosa, eso no puede negarse. Está inspirada por un hecho sobre dos conocidos que Txetun y yo, que no nos conocemos, tenemos en común. Y de cómo la vida da vueltas y uno se repite internamente eso de "quién me lo iba a decir a mí", y cómo otros, sin embargo, no se lo repiten. Lo que Francisco Céspedes llamaba "esta vida loooooca, loca-looooca, con su loca realidá", frase que probablemente se le ocurrió mientras veía un desfile del orgullo gay por la Gran Vía en la tele.
Así que aquí se la dejo. Probablemente ustedes no entiendan nada, porque desconocen los códigos comunes inherentes a esos días de la vida de sus personajes. Pero comprenderán que a mí este detalle me la traiga al pairo. Yo principalmente la he puesto aquí para que vean que me han dedicado una fábula, y por consiguiente me loen.
Y porque nunca me habían identificado con un tío azul con barba que viviera en una lámpara de aceite, la verdad.
(Eso sí, no vayan a leer los comentarios a la misma, que son correspondencia personal entre la que suscribe y el que lo escribe -sugiero sonrojada mientras miro hacia el suelo con la cabeza ladeada y la convicción de que mi petición ha de caer en saco roto pero con la vana esperanza de que no sea así, alimentado por mi -después de todo- cierto grado de inocencia-).
martes, 19 de enero de 2010
Al descubierto
Bueno. Nunca es tarde si la dicha es buena. Ahora que ya todo pasó y ya todos los susceptibles de habréis recibido en vuestros hogares el objeto del deseo, el elemento protagonista del suspense (aplausos de las hordas de lectores, embravecidas), es hora de compartir con todos los demás así, en digital, lo que son mis deseos para con ustedes en estas fiestas navideñas que ya no se avecinan.
Sé que ahora todos aquellos que no dieron una dirección postal a tiempo se están arrepintiendo en sus casas, fustigándose, poniéndose cilicios de esparto y suscribiéndose a El Heraldo de Aragón para expiar su culpa-culpita.
No esperaba menos. Seguid.
La Tremolina les desea
que tengan la fiesta en paz
Estimados súbditos,
no quiero dejar pasar la ocasión de congraciarme con los usos y costumbres, y edsearles, sin código binario, un 2010 lleno de lecturas de sus más admirados corresponsales.
La Tremolina y El Astrolabio de Livingstone.
martes, 5 de enero de 2010
Hacia Belén (que está en Cisjordania)
La Tremolina ha visto algo inverosímil.
La Tremolina ha visto a dos mahometanas ataviadas como tal haciendo cola con sus hijos frente al stand de los Reyes Magos.
domingo, 3 de enero de 2010
Gigantes y cabezones
Amigos y compañeros del metal,
me dispongo a dejar la gatera de mi lado oscuro abierta para que asome una de mis vicisitudes más discretamente llevadas, a fin de poder escribir esta crónica de hoy y dotarla de sentido. Confío en su discreción. No se lo vayan a decir a nadie.
Cómo les diría yo. Cómo explicarlo... Hay a quien le gustan las colegialas. Hay a quien le gustan las enfermeras. Hay a quien le gustan los curas y por eso hay quien se parece mucho a su tío. Y hay a quien nos gustan los enfermos de gigantismo. Así. Sin más. Sí, lo confieso. No lo puedo evitar. El solo hecho de que un hombre mida cuanto más mejor, basta para que yo le rinda pleitesía. De haber conseguido fotos de Romay, mi habitación de adolescente no hubiera estado empapelada de posters de los New Kids on the Block. Y no veo que haya cura, confieso aquí que mis más bajos instintos se despiertan sobremanera cuando en mi vagón de metro entra un señor que se pasa el viaje con el cuello girado 90 grados -sensación que mi madre denomina "...y se le hizo el chichi coca-cola"-. Entiendo que es enfermizo, no lo niego. Pero qué le vamos a hacer, a estas alturas. Literales.
El caso es que, hace unos días, diose la casualidad de que un serbio llamó a mi puerta (aquellos que sigan El Astrolabio de Livingstone ya saben de mi debilidad para con los Balcanes). El serbio se caracterizaba por haber sido campeón de Europa de baloncesto con el último equipo que llevó la designación "Yugoslavia" en la camiseta, amén de por hablar perfecto español con el uso del subjuntivo y todo. Para más inri, ostentaba el mérito de haber creado el "anagrama más largo en lengua serbia" (como buen serbio, su presentación en sociedad era muy de ganar). A lo que voy: que el mariano medía un total de dos metros cero cinco centímetros. Para qué les voy a decir más. Mi record estaba en dos metros cero uno. Qué dificil lidiar con la tentación.
Y en fin, ahí estuvimos tomando unas cañas: el serbio, El que me acompaña, Sacau, una amiga de Sacau y yo misma. Finiquitamos las cañas. El que me acompaña y yo volvimos a casa.
-Tengo que decirte una cosa -le espeté. -Qué puta mierda que existas, en estos momentos de la actualidad presente.
El que me acompaña me miró como se mira a un cachorillo abandonado en la calle.
-Ese individuo es muy feo -me indica. Y no le falta razón.
-Joder, es que si nos ponemos a mirar detalles sin importancia...
Empezamos a cenar. Qué puta mierda que exista. Principalmente, porque su existencia impide que en el fondo, en lo más recóndito de mi ser, yo genere las ganas necesarias para convertir la tentación en ultraje. Qué puta mierda que exista, finiquitando los usos y costumbres. Qué puta mierda que exista, y a mí me guste su existencia.
Lo miro.
Uno ochenta y tantos tampoco está tan mal, joder. ¿Podrías vestirte un día de enfermero?