Efemérides

1 de febrero: Nace Norman Rockwell (1926)

viernes, 5 de diciembre de 2014

Pirulas de yodo

Suiza tiene un total de cinco centrales nucleares, de las cuales tres están en el cantón de Argovia, que es el cantón siguiente al mío. La cuarta está en otro cantón que también pega con el que habito. Y la quinta está mucho más lejos, lejísimos: a un total de 110 km. de donde moro. Así pues, en un margen de entre 48 y 110 km. de mi persona, tengo colocadas cinco bombas de relojería. Había una sexta, pero les salió rana: hubo un accidente al inició de su vida útil y se selló, con su radiación y todo. Como nota de color, les diré que la central de Beznau I, a 58 km de mi choza, parece ser la más antigua del mundo que sigue en servicio.

No crean que yo esta información la tengo porque sea natural de Almaraz y lleve el plutonio en las venas. Esta información la he buscado recientemente como consecuencia de la recepción de una carta en mi domicilio en la que el Ministerio de Defensa me informa de que se ha decidido ampliar el radio de « impacto » de las medidas al respecto de las centrales nucleares y, como tal, me corresponde un paquete de pastillas de yodo que recibiré cómodamente en mi domicilio en las próximas semanas, al encontrarse mi vivienda a menos de 50 km. de distancia de una central nuclear. Haga usté el favor de no tragarselas salvo que se lo digamos via emergencia nacional, y haga usté el favor de no dejarlas al alcance de los niños. Aunque el Estado sabe que yo no tengo niños y me informa convenientemente de que, de tenerlos, me habrían correspondido más pirulas.


Yo no tengo ni idea de para qué sirve el yodo más allá de para añadirlo a la sal marina,  así que le pregunto a mi amiga Nella, que es natural de Argovia y de esto seguro que sabe mogollón.
"Es pa que no se te caiga el pelo cuando la diñes, y mueras con gracia".
Pues nada. Me quedo esperando las pastillas de yodo pacientemente y con curiosidad. 

Pero no son las pirulas lo que llega, sino otra carta del Estado. En ella me informan de que, como al parecer hay ciertas dudas sobre pa qué sirve exactamente el yodo y si eso nos libra de todo mal, han decidido enviar esta otra misiva para despejarlas. A saber:
  • Recibe usté tabletas de yodo porque no puede descartarse que una central no vaya a pegar un petardazo.
  • Las pirulas no le protegen del Maligno, solo del yodo radioactivo del Maligno. Pué que se liberen otras delikatessens como cesio o estroncio, y que éstas le induzcan al cáncer y la leucemia, contra lo que no le protegerán las pirulas de yodo, no.
  • En caso de petardazo, los víveres y el agua pueden contaminarse incluso a muy larga distancia. No tenemos claro qué haríamos en tal caso.
  • Las pirulas funcionan únicamente si se ingieren poco antes del advenimiento de una lluvia radiactiva. Pero no podemos garantizar que el aviso pa tomar las pastillas llegue a tiempo.
  • Junto con el aviso pa tragarse las pastillas, llegaría un aviso de evacuación. Cómo se evacuaría a tanta gente y a dónde se la llevaría, no lo tenemos claro.
  • Dependiendo de los vientos, es posible que una nube radiactiva  se desplace más de cien kilómetros. El Estado provee de pastillas de yodo únicamente a los habitantes en un radio de 50 km. de una central, y sólo en suelo helvético.



Así que Nella tenía razón.  

Una vez solventadas todas las dudas, mi paquete de pirulas efectivamente llega al cabo de unos días. Y ahí lo tengo, con el ibuprofeno y el angileptol. 

Ante comunicaciones como esta a la población, no me extraña que los suizos hayan decidido prescindir de la energía nuclear y hayan ratificado un plan para cancelar la construcción de tres centrales más que estaban pendientes, además de desmantelar todas las existentes entre 2019 y 2034.

Para curiosidad del lector, las centrales están todas siguiendo la especie de línea que se aprecia en el mapa por el riesgo de seismos que tiene este país. Yo, en concreto, habito sobre una falla.

jueves, 18 de septiembre de 2014

If you're goin' to San Francisco

Hola guapines,

Como mujer de mundo que soy, déjenme decirles que he estado en San Francisco, que es ese sitio americano donde los coches se persiguen unos a otros dando saltos por sus empinadas cuestas. Ese sitio que pese a tener pocos habitantes más que Valencia, suena como Nueva York. Ese sitio al que llaman "la ciudad más europea de Estados Unidos" y yo sigo sin comprender por qué. Pero a lo que voy.

Que he estado en San Francisco porque soy una mujer de mundo a la que en su trabajo meten en un avión y mandan a sitios. Y en San Francisco he hecho un montón de cosas. He sobrevolado un sitio que se llama Wahpeton. Me he indignado porque el formulario de inmigración ya no me pregunta si voy a asesinar al presidente. He viajado a 1887 en un "cable car" y a 1963 en un tranvía. He comido unas ostras riquísimas de tres variedades distintas. He tocado con mis propias manos una raya (de tipo pez). He visto más vagabundos juntos que en toda mi vida, muchos de los cuales no superaban los 25 años de edad. Y he tenido ocasión de despertarme a las 3.20 de la mañana gracias a un terremoto de magnitud 6.1 que hizo que mi cama se sacudiese como la de la niña de El Exorcista.

Sí, hijos míos, sí. Los terremotos no son nada bonitos. No son nada cúl. Porque además, nadie se ha encargado nunca de decirme qué hacer en caso de terremoto, al igual que nadie se ha encargado nunca de decirme qué hacer en caso de ataque de anaconda en mi Iberia natal. Estoy puestísima con respecto a si me quemo o me inundo, pero si me sacude la tierra... nada. Así que aquí les relato lo que creo recordar que hice:

Bamboleo-bambolea. Qué coño pasa. Apertura de ojo. La cama se mueve (mucho). Mrrrhhmmmhhmmdoy la luz. La tele se mueve (mucho). Hay un ruidico mantenido, sutil y cavernoso, así como procedente de la Madre Tierra. Hostiasestovaaserunterremoto. No puede ser que venga a San Francisco tres días y me vaya a tocar a mí. Salto (literalmente) de la cama y me dirijo a la ventana. Veo a otro ser humano buscando respuestas desde la ventana de enfrente. Así que no son imaginaciones mías ni hambre de aventura. Me dirijo rauda al armario. Me pongo la gabardina. Me doy cuén de que no va a ser buena idea acabar en mitad de la noche sanfranciscana en pijama de verano, pantuflas y gabardina. Me quito rápidamente la gabardina. Observo que me la había puesto con percha y todo. Me calzo unos vaqueros y un polar.
Todo esto en aproximadamente cuatro segundos y medio.

Salgo al pasillo del hotel, donde un caballero que ha reflexionado menos que yo se halla en calzoncillos. Ambos nos dirigimos a la recepción. Él tiene los huevos de coger el ascensor. Pese a todo, yo consigo bajar más rápido que él los cuatro pisos de escaleras. En la recepción hay un chino, que es lo que tienen las recepciones de hoteles estadounidenses de categoría pagable a altas horas de la noche. Le preguntamos sobre el particular. "This is Califormia, man", contesta. Pero yo sé que nos dice esto en un alarde de profesionalidad, para que no nos preocupemos y vivamos los últimos momentos de nuestra existencia en paz y armonía. Y lo sé porque a su lado hay otro chino, que está cagao, al que he oído decir "wow, esta sacudida ha sido más fuerte que la anterior!!" justo antes de aparecer yo en su campo visual.

Y en fin. Su Tremolina de cabecera ha sobrevivido a un terremoto. Entre esto y los aterrizajes de emergencia, vaya racha llevo. Ahí es na. Aunque ahora sé a qué se refería el de las flores en el pelo con el "such a strange vibration" y el "people in motion".

viernes, 6 de junio de 2014

Todo cambia

Yo únicamente iba a revisar el correo, como todos los días. El caso es que no sé a qué botón le di, de manera inesperada, en la bandeja de entrada de mi e-mail, pero de repente todos los correos bailaron al compás y, cuando me quise dar cuenta, se habían colocado en el orden inverso al habitual, es decir: de los más antiguos a los más modernos. Y los más antiguos tenían más de una década.

Y la pantalla empezó a ofrecerme un desfile de cadáveres con el que yo no contaba. Algunos nombres ni siquiera los reconocía. Pero otros resucitaban de entre las tinieblas su vivo retrato, y traían consigo el fresco recuerdo de las pasiones y los insomnios que los acompañaron. Si alguien me hubiera dicho en aquellos momentos que más pronto que tarde yo iba a reirme con otras bromas, a encandilarme con otras risas, a llorar por otras penas, y a desvelarme por otras brisas. Me hubiera resultado inconcebible. Como nos resulta siempre.

Esos vivos retratos trajeron a su vez el presente de sus dueños, o, al menos, la evolución de los mismos durante el tiempo que duró el contacto. El alma compulsivamente libre lleva ya cinco años de relación afectiva y dos hijos. Al que la vida se le había dado la vuelta no se arrancó a más de un lejano y formal "hola" en el aeropuerto de Londres, acompañado de la que lo acompañaba en esa vida que se dio la vuelta. Mi uña y mi carne ahora son agradable encuentro en Navidades. Y la horma de mi zapato acabó por convertirse en suela, de pura desidia. Todos han cambiado. Todos son distintos.

Todos son distintos, y yo la primera. Qué absurdo es sorprenderse ante el cambio ajeno, sin percatarse de que uno no es un ser inerte. De que uno muta y evoluciona y se tiñe con los colores que le regala cada ocaso; de que uno es la mezcla casual de todos esos vivos retratos en conjunción con lo que uno aporta. Y de que uno es en cierta medida partícipe de cada cambio.
Porque el alma compulsivamente libre tenía una indecisión enfrente, porque una salió por patas cuando las vidas ajenas se dieron la vuelta, porque yo poca manicura le hice a la uña de mi carne, porque al final me aburrí de tanta desidia ajena.

Y yo cambio y muto y en cierta medida no soy la que era, ni la que fui después, ni la que seré mañana, probablemente. Y a dios gracias, líbranos Señor de los impermeables.





 
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Es raro que no haya un instinto que le avise a uno de que está hablando con alguien por última vez (Antonio Muñoz Molina, en El dueño del secreto)
 
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miércoles, 14 de mayo de 2014

Hablando bonito

Hallábame yo al final de mi cena, pongamos por ejemplo ingiriendo un yogur, mientras en el telediario trataban el asunto de las revueltas en Venezuela. Palos por aquí, mangueras por allá, y el reportero que se acerca a una joven transeúnte a preguntarle sobre el particular. Ésta, visiblemente alterada y temerosa de dios en el barullo general, le responde como puede que estaban manifestandose pacíficamente cuando de repente "comenzaron a accionar armas de fuego" (comensaaaron a aksionaar armas de fueeego).


Chapó. Ay que ver lo bonito que hablan los latinoamericanos, rediez. Cualquier español en su lugar se hubiera arrancado por un "se liaron a pegar tiros!!" y se hubiera quedado tan a gusto. Me sigo comiendo mi yogur mientras reflexiono sobre la versatilidad de la lengua castellana. Me vienen a la memoria un grupo de colombianos junto al que pacientemente esperé más de dos horas a que una tormenta de nieve nos permitiera despegar de Basilea. Comentaban entre ellos lo mal que hablaban los españoles, y el suplicio que supuso para dos del grupo vivir en Madrid unos años y tener que soportar expresiones como "y una mierda", "pero qué coño", "joder esto, joder lo otro" a todas horas, y lo peor de todo: el execrable "me cago en dios". "Los españoles se pasan la vida cagando", decía uno.

Y no les falta razón. Hablamos muy, muy mal. No hablamos nada lindo. En Latinoamérica hay bastante más respeto y educación en el lenguaje, algo que a nosotros nos falta. Es posible que te vuelen la cabeza de un tiro en Caracas, o que te cuelguen de un semáfoto en algún bastión del narco mejicano, o que aparezcas degollado en un vertedero de Bogotá, pero siempre, siempre se hará con educación y con el máximo mimo para no ofenderte. "Disculpe, caballero, sintiéndolo en el alma, no me queda más remedio que accionar armas de fuego contra su nuca. Sería usted tan amable de retirarse el cuello de la camisa, no quisiera yo que cuando sus famliares recojan su cadáver tuvieran que botarla". "Pero claro, m'hijo, con gusto, no más que acerquémonos a ese callejón, no vayamos a incomodar a los viandantes".

Así que a ver si hacemos el favor de aprender, hostia ya.


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"Un buen taco a tiempo limpia los pulmones" (Manuel Vázquez Montalbán, en Galíndez)

  


miércoles, 23 de abril de 2014

Hombres

He conocido a un hombre. Es rubio, deportista, con los ojos verdes y clavaíco clavaíco a Mr. Burns, el de Los Simpsons -aunque con algunos años menos-. Bueno, cuando lo miras con cuidao, de cerca y con el tiempo, ya no es tan clavaíco -sólo un poco-. Pero qué quieren que les diga: a ciertas edades ya no se puede andar con tonterías, sobre todo porque los justin timberlake del momento a mí no me ponen y yo estoy muy orgullosa de haberme hecho mujer con Brad Pitt, del que sigo muy enamorada, añado. Así que hay que valorar otras cosas. Por ejemplo: mi Mr. Burns tiene pelo. Ni un principio de alopecia, ni una entrada: nada de nada ¡Inverosímil!. Y nada de barriga cervecera tampoco. Ustedes me dirán si no es un bombón.

Pero a lo que iba. Cuando lo conocí, llevaba camisa, corbata y pantalones de pijama. Yo llevaba pantalones de chándal, sandalias con tacón e impecables calcetines blancos. Y el resto de la gente iba aún más estrafalaria, porque estábamos en una "fiesta del mal gusto" (que por lo visto, por estos lares, se estilan mucho). El caso es que vino a hablar conmigo y tal y cual y quedamos un día para comer. Y a los pocos días alguien me "alertó", para mi sorpresa e incluso inaudito pasmo, de que el muchacho por lo visto es un womanizer de gran éxito y que yo seré la siguiente de su lista, muah-ja-ja. Lo cual, confieso, me alegró bastante, porque yo soy una mujer moderna y liberada que no es cuestión de desperdiciar, y por otra parte, tampoco me veo pasando las vacaciones el resto de mi vida de Ironman en Ironman. Así que alertada quedé, y llena de ilusión y esperanza ante las nuevas, por consiguiente.
Pero por el momento, el latin lover de Reinach lo único que hace es contactar conmigo puntualmente los martes para ir a comer los miércoles. Así que ustedes dirán. Para más inri, el otro día me presentó a su madre. No fue intencionado, pobre hombre: es lo que tiene que la casualidad te vomite en forma de autobús. Pero no me pude resistir y le escribí un mensaje a mi alertadora. "No te pongo en duda sus intenciones, pero me ha presentado a sus padres" . Y me reí un poco así pa dentro, confieso también.
Así que de momento he conocido a un hombre, pero no he conocido varón.

El caso es que entre medias, como cuando se está en racha esto no hay quien lo pare, he conocido a otro hombre. Este no vive en mi ciudad y es más guapo que Mr. Burns; además, mide como uno noventa y tres lo menos lo menos (cualquiera que me conozca sabe de mi fetiche particular con los altos como otros lo tienen con las japonesas). Total, que me enrollo: que estábamos en su ciudad y el muchacho me dejó entrever así como que lo tenía mochales, pero a la hora de faltarme al respeto... nada, todo muy casto. Hasta que caí en una vicisitud en la que yo misma me he visto en innumerables ocasiones, y que resulta más efectiva que el bromuro para eliminar todo conato de pasión que pudiere acontecer:
"Esto va a ser que está sin depilar", me dije.
Y como fui, me volví a mi pueblo.
Así que de momento he conocido a un hombre, pero no he conocido varón.

Queda empero la esperanza de una eventual visita de El Noventa y Tres a mi ciudad en breve, y/o de que un día Mr. Burns deje de proponerme ir a comer para que me proponga ir a cenar.

Bueno, y un tercer hombre que he conocido, pero esa es otra historia...


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"Those days are gone forever. You won't catch me being anybody's sex object." [...] Jan, however, could not resist addressing one remark to her. "If you knew how terrible easy it is not to be a sex object" (Miland Kundera, en The Book of Laughter and Forgetting)

lunes, 3 de marzo de 2014

Atentados musicales, volumen I

Estimados todos,

Una de las cosas más fascinantes del viajar y vivir fuera del propio terruño es la posibilidad de conocer mejor otras culturas, entrar en contacto con otros modos de expresión artísticos, y ampliar las miras de uno para comprender cómo se nos ve a nosotros desde fuera. Sólo así se aprende y aprehende que en España el sistema de transporte público no está nada, pero que nada mal, o que en Noruega sí saben divertirse, y puede que más que nosotros. Pero a lo que vamos, que me enrollo. Me he decidido a compartir hoy con vosotros algunos de mis hallazgos a este respecto, en concreto, dentro del campo musical, para que vean hasta qué punto nuestra propia cultura ha calado y se ha hecho un hueco en los corazones guiris.
Todo ha surgido esta mañana, cuando mi compañera Esther me ha soltado un Hossa!!! lleno de esperanza, y yo he respondido con un mandeeee? en la jeta. Ante mi insistencia en que tal vocablo no significaba nada en español, me ha referido al primero de los vídeos que aquí les entrego:

1.- Rex Gildo: Fiesta Mexicana

Quisiera hacer especial hincapié en el "adio Mexico", así, en italiano.

2.- Hanna Aroni: Eviva Espana 
Para sorpresa de propios y extraños, os diré que el "Que viva España" de Manolo Escobar no se lo inventó él, sino que lo versionó. En realidad, se lo inventó un holandés allá por 1971 bajo el imponente título de "Eviva Espana", lo cantó por primera vez una tal Samantha (también holandesa), y lo lanzó a la fama otra holandesa, Imca Marina, que para estupefacción de todos lo seguía "cantando" en 2010.
Yo les dejo aquí la versión de Hanna Aroni, una cantante israelí nacida en Eritrea de padres yemeníes que canta en alemán, precursora del mundo globalizado que estaba por venir.

Mención aparte merece el rítmico acompañamiento de palmas. Pero las capacidades psicomotrices en conjunción con la capacidad auditiva de los pueblos norteños es cuestión aparte.
Como curiosidad, que sepan que existen versiones en francés, noruego, danés, finés, turco, sueco, árabe, húngaro e inglés. Y que puede que le debamos el nacimiento de España como macropotencia turística.

3.- Zanger Bob: Laat de zon weer schijnen
Descubrí esto cuando vivía en Holanda, y creo que fue cuando comprendí de una vez por todas que yo no sería feliz en ese país en la vida. De hecho, estoy convencida de que aceleró mi regreso.

No sé por dónde empezar, así que les dejo a ustedes la disección y análisis del asunto.

lunes, 13 de enero de 2014

Hasta luego, Lucas

Para escribir la crónica de hoy debo desvelarles uno de mis secretos mejor guardados.

Verán… me gusta planchar. La frase habrá provocado que alguno de los lectores se haya santiguado y otros, sorprendido, pero poco más. Sin embargo, el escándalo lo es si les hablo de cómo me gusta planchar.

Pues aquí va, a bocajarro: Me gusta hacerlo de pie, en el salón, preferentemente en domingo, y habiendo escogido para la ocasión un título de entre lo que las colecciones llaman “Nuestros Clásicos” y los demás llamamos “Españoladas”; a saber: El turismo es un gran invento, Operación cabaretera, El cochecito, Crónica de 9 meses, La ciudad no es para mí, etc.

Cuando se recuperen de la risa, sigo.


Bueno. Pues que el caso es que estaba yo el domingo pasado planchando y en esta ocasión me acompañaba Tú y yo somos tres, de 1961.
La película… Cómo podría decirles… Es uno de los mayores bodrios concebidos por mente humana. Es una calatravada cinematográfica. No la levanta ni la fugaz aparición de Jose Luis Lopez Vázquez. Pero a lo que voy: que el caso es que estaba yo lidiando con la chaqueta de punto beige, cuando en esto que allá por el minuto 00:59:58 de esta soporífera obra fílmica oigo que, en una escena en que están dos en un bar, uno de ellos le dice al barman según se van:

“Hasta luego, Lucas” 

Deslizamiento por cuello de chaqueta beige parado en seco. Capacidad psicomotriz invalidada por unos instantes. Tic en aleta derecha de la nariz y párpados desplegados hasta la rabadilla mientras intento procesar lo que ha ocurrido en mi extrarradio sensorial.
Rebobino, por si acaso.

Efectivamente: dice “hasta luego, Lucas”.

Y de repente una parte integral de mi vida cobra sentido y me siento como el que por fin comprende que dios sea el padre y el hijo y además una paloma.