Voy a escribir un texto político. Que hacía mucho.
Verán ustedes, cómo les diría... Una se indigna ante el hecho de que esté aquí haciendo la cena y pensando en lo que tiene que preparar para mañana, y salga en la tele un señor con gafas a decirle lo que ha pensado hacer con el fin de garantizar mi derecho inalienable a la maternidad. Sí, es cierto, ya ven: soy una tía muy susceptible y no me satisface que los iluminados de recta moral y dudoso proceder vengan a explicarme lo que es bueno para mí.
Pero sobre todo, sobre todo, me fascina el ejercicio de cinismo, una vez más, que se gastan los agentes del gobierno a la hora de imponerme sus involuciones. Que se cite la defensa de mis derechos para cercenármelos de raíz. Como el "te pego por tu bien". Y me fascina igualmente observar lo mucho que se preocupa el gobierno por los cigotos, y lo poco que se preocupa por los que ya han nacido. Es necesario proteger al no-nacido, pero no parece ser tan necesario proteger al que ya anda por aquí. Al que lleva por aquí poco rato, recortando sus becas, o al que ya lleva por aquí mucho, negándole unos cuidados médicos cada vez más caros mediante el bloqueo de las pensiones (no lo llamemos recorte, que como se hace con el juego del trilero del PIB, puede uno ahorrarse la palabra con la cabeza bien alta). Es necesario proteger al que viene con una deformación que hará de su vida un infierno, pero no dotarle de opciones que hagan su vida mínimamente llevadera. Sólo puedo concluir que al Gobierno lo que le interesan son los úteros, no las personas.
Un gobierno que se preocupa mucho por que yo haya de pasar por la humillación de tener que obtener dos certificados médicos que digan lo loquita que me voy a volver si tengo un hijo que va a sufrir toda su vida, que según la malformación es probable que además sea breve. Y por que yo, pecadora de 16 años, pague la culpa de haber procedido al coito. Y a que, si es fruto de una violación, presente por delante la denuncia -prueben, verán como dan con escalofriantes casos en los que eso sería improbable-. Esta es la forma que mi gobierno tiene de defender mis derechos como española. El de la sanidad, el de la educación, el de la vivienda, el de que los políticos corruptos paguen con euros y con cárcel, ese solo es un derecho de otras nacionalidades. A mí, como española, me corresponde la mantilla. Y que luego me venga Campofrío con gilipolleces rancias y casposas. Pero ese es otro tema.
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"Sólo quería decir que en mi opinión el niño no tiene ninguna culpa", explica [...] ¿Por qué habla de la inocencia del niño y no de la suya? ¿Acaso S. tiene la culpa? ¿En qué consiste su culpa? ¿Cómo esconderse de los justicieros que, al igual que G., están seguros de saber qué es lo mejor en semejante situación?"
Slavenka Drakulic, en Como si yo no estuviera
El Transmongoliano
Hace 11 años