Me he despertado esta mañana con una tonadilla que alguna vez le oí a mi madre cuando era pequeña y que dice algo así como:
No se me confundan: no es que suenen las 09:15 en el despertador y una se incorpore ipsofactamente de la cama y se arranque por sevillanas como poseída por María del Monte, no. La cadencia es más bien como sigue:
riiinnnnggg... riiinnnggg... riiinnnggg... hmmmquéee???... riiiingggg... ñññhhmmmmsueññoooo... riiiinnnnggg... quéhora...mmmmecaseconunenano... riiinggg... hmmmpajartahmedereí... hmmmsueñooo...
Al abandonar el lecho va una a prepararse un café, a lavarse la jeta, a ver qué temperatura dice Lagartija que tenemos hoy, y entonces ya hacia el momento de hacer la cama es cuando se manifiesta e identifica en toda su plenitud el tema musical que ha decidido acompañarnos esa mañana.
Bueno, que me enrollo: que estaba yo haciendo la cama y entonces me ha dado por pensar si ahora se aplicará garrote vil a quien le dé por cantar eso en público. Nunca se sabe, en la época de lo políticamente correcto, de la sublimación de las susceptibilidades.
Pues qué quieren que les diga: me cago en lo políticamente correcto. La politicocorreción me parece una mierda, y no me parece mal haber adoptado a Bruce Lee y hasta al McDonalds de los USA, pero me parece que hemos sido unos gilipollas admitiendo la tontería esta en el lote.
Qué quieren que les diga. Me parece que la exaltación de lo políticamente correcto crea sociedades enclenques y sobre todo muy, muy aburridas y ñoñas. Y mediocres, por consiguiente. Y grises. Y personas débiles, muy débiles, colmaditas de complejos e inseguridades que les prohíben centrarse en lo verdaderamente importante de sus vidas.
Qué quieren que les diga. Quizá yo ahora no sería la misma si en el colegio no me hubieran llamado "jirafa", "marmota" o tantos otros ejemplos de la flora y fauna, imagino. Y tampoco lo recuerdo como un gran trauma, la verdad: imagino que la crueldad infantil es una parte más del aprendizaje, necesaria para aprender a lidiar con la crueldad adulta. Obviamente, recuerdo que no me hacía putagracia que me llamaran así, pero si abro la fiambrera de los recuerdos escolares, no es éste precisamente el primero que se me pasea por la memoria. Quizá porque a la tercera marmota has aprendido, o te han enseñado, a hacerle una buena gaonera.
Así que paso. Reivindico mi derecho a referirme a alguien como "el chino" desde el más profundo afecto. Y al cojo, y al guiri, y al calvo. Que hagan lo propio conmigo: me parece bien. Los efectos que sobre mí tenga lo que me llamen, al fin y al cabo, se los pongo yo. Y cuanta más gaonera, más arte.