Efemérides

1 de febrero: Nace Norman Rockwell (1926)

lunes, 23 de febrero de 2009

¿Nadie es profeta en su tierra?

Le han dao el monigote y ahora vamos a tener Pé los próximos cinco meses hasta en la sopa. La que nos espera, amigos. Es como cuando digo que yo fehacientemente deseo que las Olimpiadas se las lleven a Nueva York, o a Singapur, o a San Marino, a cualquier sitio menos a Madrid. Porque si esto ya está inviable así tal cual, no me quiero yo imaginar con unos Juegos Olímpicos de por medio. Casiná.
El caso es que le han dado la estatuilla, estatuilla que ella ha recogido henchida de felicidad en su nombre y en el de todos sus fans de La Quinta Marcha. Lástima que no haya estado Almodovar en el escenario para haber gritado "¡¡¡Peeeeee-neeeeeee!!!!".

Otra gran e inesperada triunfadora ha sido la película Slumdog Millionaire, que curiosamente fui a ver el domingo pasado al cine. Quisiera continuar esta breve introducción con lo que viene a ser mi síntesis-crítica cinematográfica de la misma, porque sin duda merece dedicarle ese tiempo; y hacerlo al estilo Sacau.
Ahí voy:
La película es una puta mierda.

A los académicos del cine estadounidense que me están leyendo: disculpen la zafiedad, producto sin duda del temperamento latino. Disculpen también ustedes, lectores de a pie, si, simple y llanamente, la película ha resultado agradarles, por mucho que tal posibilidad nos resulte inverosímil a las personas de bien.
En cualquier caso, sólo una advertencia si aún no la han visto: no se dejen engañar por los trailers de curiosos planos evocadores de la India más profana y profunda. A partir de la mitad, el filme se convierte en una americanada con velos. Para más INRI, concluye con una coreografía jei-pita-pita-del de las de fin de curso de 6º de EGB en las que tanto se está apoyando la India para crear marca de identidad, cual Holanda con las prostitutas y los porros estatales.

Resulta útil, eso sí, para inciarse en los códigos cinematógraficos de La India, porque estaremos de acuerdo en que no es lo mismo una película española, que una rusa, que una china. Y es que cada una tiene sus códigos de narración. Así pues, sirve este rodaje para adentrarnos en el terreno de los códigos indios, y concluir al respecto sobre la filosofía y la metafísica del país, que a lo largo de los siglos ha ido guiando a sus gentes y creando pautas sobre el bien y el mal.
Por ejemplo: en la India, la protagonista de las películas ha de ser una mujer bellísima y exhuberante, y el protagonista ha de tener cara de lerdo. Si no, no hay química, intuyo.
Gana mucho también el filme si, en el devenir histórico de los personajes, se introduce el milagro biológico por el cual, a partir de la pubertad, ella de repente parece tener diez años más que él. Y la película alcanza el súmmum si, después de hacer entender que la protagonista ha vivido como esclava más o menos sexual toda su vida, la historia culmina con un casto beso en la mejilla cuando por fin consigue estar con su amado.

Bollywood, qué miedo me das. Ahora que conseguimos librarnos de la dictadura no siento las piernas, somos tan tontos de ser capaces de acogerte en nuestro seno cual dogma inamovible.

Aunque puede que por cinco meses dejemos de menospreciar las españoladas, y todos relatemos a los viandantes, exhaltados, el día que nos cruzamos con Pé, esa gran amiga nuestra qué chica tan maja cuánto vale, en la pueta de la Fnac.

sábado, 21 de febrero de 2009

Los suizos también roncan

Acabo de regresar de una semana concentrada cual selección futbolera en un hotel de una noble y rancia provincia castellana: Segovia. Esto lo puedo decir así ufanamente porque me consta que no tengo ni un solo lector de Segovia. Me consta que mi lector es de Madrid.

Y algún despistado que habite en Alemania.

Decía: acabo de volver de una semana de concentración en un hotel de Segovia. Consiste en lo siguiente: tú te vas al hotel de Segovia un lunes por la tarde, y sales de él un viernes a mediodía. Y en ese intervalo de tiempo, te juntas con algunos de tus compañeros para estrujarte los sesos concienzudamente y al unísono e innovar, con el fin de que tu empresa sea la más puntera, rentable y eficiente del mundo; mission, vision and goals, soldadito español.

Son cosas que hacen las empresas modernas. Si en un momento determinado irrumpiera en la sala de reuniones el dueño de Caramelos Paco, probablemente nos diera una colleja a cada uno mientras se le oyera vociferar: "¡¡a trabajar, so vagos!!". Pero en las empresas modernas y europeas, las empresas con mission, vision and goals, las cosas no funcionan así. En las empresas modernas y europeas con missionvisionandgoals la gente se concentra y piensa. Y luego se lanzan EREs a ritmo de ribera de duero, en algunos casos. Aunque creo que no es el nuestro, por el momento. Es lo bueno de las farmacéuticas. Siempre habrá cancerosos por el mundo.

Total, que lo que les decía. Concentrada como el Avecrem. Aunque no lo parezca, es una labor muy cansada. Consiste en mantener durante 9 horas al día un gesto inmutable que aparente que el ser que lo porta está comprendiendo y procesando todo lo que recibe con un resultado óptimo que derive en beneficio. Es como el Pajaritos a bailar que mi lector más antiguo recordará, pero en inglés. Little birds to dance, when they are just born. Y después, por la noche muy de noche, se va uno por fin a la cama del magnificente hotel, oh reducto de monástica paz, sólo para descubrir que el azar lo ha dispuesto todo para que no se eche en falta el hogar: en la habitación de al lado hay un suizo que ronca más aún que el que me acompaña. Y se le oye como si estuviera a los pies de la cama, acurrucado en la alfombrilla. Cómo cambia el mundo sin traje.

lunes, 9 de febrero de 2009

Apatrullando la ciudad

He tomado la decisión. Han sido muchas visitas a diferentes centros, mucha recapacitación al respecto y mucha consulta numérica resto dos me llevo una, y al final, valiente soldadito español, lo he hecho. Abrí la puerta del lugar, saqué de un solo golpe los billetes, los puse sobre el escritorio tras el que una melena morena hablaba por teléfono, y espeté: "Vengo a apuntarme a la autoescuela. Modalidad 2: veintisiete clases prácticas."

Permítanme que me remonte unos meses atrás en el tiempo, cuando comencé a recabar información sobre los distintos lugares de pecado (por la usura) en los que se impartían las materias necesarias para alcanzar el santo grial: la L blanca sobre fondo verde de 19,50 x 15. Accedía a todas y cada una de las autoescuelas existentes a 1000 metros radiales desde mi hogar, comparaba precios, matrículas y clases prácticas, analizaba las tipografías de los diferentes panfletos... pero ninguna me convencía. Ninguna conseguía en mí la reacción mágica. No había feeling, no había química entre ellas y yo. Hasta que en una ocasión, al traspasar el umbral de la puerta del local de aquel definitivo inmueble... conocí a Li.

-Tú...quiele...qué.
-Hmmm... hola. Yo quería información sobre el carné de conducir.
-Sí, pasa, sienta.
Me senté en la silla que Li me indicó, rodeada a cada momento de individuos de indefinida nacionalidad asiática que intuyo china. Unos archivaban papeles, otros atendían en otros escritorios, otros salieron en tropel al abrirse la puerta de lo que debía de ser el aula, seguidos de otro que debía de ser el profesor.
Li ya había empezado a hablar.
-(...) legalo matlícula, tú paga una vez, tú no caduca, tú 15 clase, también tu paga esto y tú 27 clase, que tú quiele, yo legalo siemple liblo y test, y cuando tú tiene calné, yo legalo 10 clase pelfecionamiento, ¿sí?
El ritmo era frenético a mí alrededor. Y Li me tenía encandilada.
-Sí. Sólo tengo una pregunta, quizá un poco tonta... este... ¿las clases son en chino?
-¡¡Noo!!! Ji ji ji. Clase en epañol! Y inglé.
-Ah. Es que como veo al grupo que está saliendo...
-Ete glupo chino (dijo, señalando, con cierto tono despectivo). Psch, glupo epecial. ¡Pelo toda otla clase, clase epañol!

Di las gracias a Li, me incorporé, y me volqué de Chinatown de nuevo en la calle Leganitos. Pese al aire fresco, el espíritu Hu Jintao me había embriagado. Ya no se podía hacer nada. La suerte estaba echada, y las cartas sobre la mesa.

Y aquí me ven, señores, dispuesta a motorizarme cual Sor Citroen, con mi compañero Chan, los dos haciendo tests como locos.




miércoles, 4 de febrero de 2009

Regalos de empresa

Estimados feligreses buscadores del súmum literario:

Vivo sin vivir en mí. Esto es un sindios. Desde que empecé a trabajar de nuevo, no soy persona. Ando por ahí como vaca sin cencerro. Llego a casa muy tardíamente, con el único objetivo por bandera de ingerir desaforada y compulsivamente, deseo que al culminarse se repliega para ceder el paso a una inesquivable necesidad de dormir.
Esto así no puede ser. Necesito obtener acceso laboral a La Tremolina cueste lo que cueste.

Pero no todo iba a ser malo en esta mi nueva empresa. Y es que el otro día se celebró el "comité de bienvenida" a los doce o trece que hemos entrado nuevos en el último periodo de tiempo, donde, amén de explicarnos sibilinamente por qué somos unos afortunados por trabajar donde trabajamos, ay cuida tu puesto pataliebre, procedieron a los regalos de bienvenida de la empresa, en los que, además del consabido bolígrafo y hasta un fluorescente de color azul, nos dieron el sorprendente objeto de deseo.
Es necesario ahora no obviar el detalle de que la empresa a la que desde recientemente acudo todos los días por las mañanas se inscribe dentro del ramo farmacéutico. Pues bien: cuál sería mi y nuestra sorpresa al descubrir que, dentro de la bolsa-obsequio, junto al boli y al Staedler, se encontraban también 9 cajas 9 de un codiciado medicamento que alcanzó renombre mundial hace unos años por las circunstancias sanitarias del globo entonces, y que en este nuestro país resultaba (y resulta) difícil de conseguir. Manténgase fuera del alcance de los niños.

"Normal - pensé yo pa mí. - A mi hermana en su Starbucks le regalaban café, y a mí me regalan Floricadina*"

Y ya auguro que en la cesta de Navidad vendrán retrovirales, por si las moscas.



*nombre ficiticio