Hola guapines,
Como mujer de mundo que soy, déjenme decirles que he estado en San Francisco, que es ese sitio americano donde los coches se persiguen unos a otros dando saltos por sus empinadas cuestas. Ese sitio que pese a tener pocos habitantes más que Valencia, suena como Nueva York. Ese sitio al que llaman "la ciudad más europea de Estados Unidos" y yo sigo sin comprender por qué. Pero a lo que voy.
Que he estado en San Francisco porque soy una mujer de mundo a la que en su trabajo meten en un avión y mandan a sitios. Y en San Francisco he hecho un montón de cosas. He sobrevolado un sitio que se llama Wahpeton. Me he indignado porque el formulario de inmigración ya no me pregunta si voy a asesinar al presidente. He viajado a 1887 en un "cable car" y a 1963 en un tranvía. He comido unas ostras riquísimas de tres variedades distintas. He tocado con mis propias manos una raya (de tipo pez). He visto más vagabundos juntos que en toda mi vida, muchos de los cuales no superaban los 25 años de edad. Y he tenido ocasión de despertarme a las 3.20 de la mañana gracias a un terremoto de magnitud 6.1 que hizo que mi cama se sacudiese como la de la niña de El Exorcista.
Sí, hijos míos, sí. Los terremotos no son nada bonitos. No son nada cúl. Porque además, nadie se ha encargado nunca de decirme qué hacer en caso de terremoto, al igual que nadie se ha encargado nunca de decirme qué hacer en caso de ataque de anaconda en mi Iberia natal. Estoy puestísima con respecto a si me quemo o me inundo, pero si me sacude la tierra... nada. Así que aquí les relato lo que creo recordar que hice:
Bamboleo-bambolea. Qué coño pasa. Apertura de ojo. La cama se mueve (mucho). Mrrrhhmmmhhmmdoy la luz. La tele se mueve (mucho). Hay un ruidico mantenido, sutil y cavernoso, así como procedente de la Madre Tierra. Hostiasestovaaserunterremoto. No puede ser que venga a San Francisco tres días y me vaya a tocar a mí. Salto (literalmente) de la cama y me dirijo a la ventana. Veo a otro ser humano buscando respuestas desde la ventana de enfrente. Así que no son imaginaciones mías ni hambre de aventura. Me dirijo rauda al armario. Me pongo la gabardina. Me doy cuén de que no va a ser buena idea acabar en mitad de la noche sanfranciscana en pijama de verano, pantuflas y gabardina. Me quito rápidamente la gabardina. Observo que me la había puesto con percha y todo. Me calzo unos vaqueros y un polar.
Todo esto en aproximadamente cuatro segundos y medio.
Salgo al pasillo del hotel, donde un caballero que ha reflexionado menos que yo se halla en calzoncillos. Ambos nos dirigimos a la recepción. Él tiene los huevos de coger el ascensor. Pese a todo, yo consigo bajar más rápido que él los cuatro pisos de escaleras. En la recepción hay un chino, que es lo que tienen las recepciones de hoteles estadounidenses de categoría pagable a altas horas de la noche. Le preguntamos sobre el particular. "This is Califormia, man", contesta. Pero yo sé que nos dice esto en un alarde de profesionalidad, para que no nos preocupemos y vivamos los últimos momentos de nuestra existencia en paz y armonía. Y lo sé porque a su lado hay otro chino, que está cagao, al que he oído decir "wow, esta sacudida ha sido más fuerte que la anterior!!" justo antes de aparecer yo en su campo visual.
Y en fin. Su Tremolina de cabecera ha sobrevivido a un terremoto. Entre esto y los aterrizajes de emergencia, vaya racha llevo. Ahí es na. Aunque ahora sé a qué se refería el de las flores en el pelo con el "such a strange vibration" y el "people in motion".
El Transmongoliano
Hace 11 años