Efemérides

1 de febrero: Nace Norman Rockwell (1926)

viernes, 22 de junio de 2012

Integraos

Amigos,

Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación. Y esa explicación que os debo, os la voy a pagar. Me direis que estais hasta los güevos de crónicas helvéticas, y que a qué vengo con más historias de vacas suizas. Que si es que tengo una crisis creativa, o si se me ha ido el negro que me escribía los textos.
Pues no.
Sepan ustedes que la insistencia sobre el particular se debe únicamente a mi inherente altruismo.
Yo, que soy persona versada en el conocimiento del mundo, no puedo sino abrir las compuertas del saber a fin de ilustraros a vosotros, pequeños aldeanos que no habréis salido de vuestro Barbate natal, sobre lo que en Centroeuropa se estila, a fin de que cuando emigreis (que estareis a punto, sospecho, segun las informaciones que voy recibiendo de los nodos) no tengais problemas para integraros. Os dejo pues unas cuantas indicaciones básicas del buen hacer europeo, para que vayais ensayando. So catetos.

1.- Los mocos son buenos. Los paluegos, también.
Y compartirlos, más. No os extrañéis por tanto si, en una reunión en la oficina o en una comida o cena de trabajo, vuestro interlocutor inicia una exploración nasal mientras proclama las ventajas de migrar a Google o repasa sus recuerdos de cuando estudió el master en Harvard. Esto se hace extensible a la hurgatoria interdental, con o sin palillo. En Europa la naturalidad impera y a los más estrictos de vosotros, que en el fondo sois unos reprimidos, os recomiendo que practiqueis la más absoluta cara aséptica de la que seais capaces para cuando os veais en la situación.
A los más deseosos de integración os recomiendo empero que acompañéis con vuestros propios dientes y/o fosa nasal, alternando.  

2.- "Del dinero no se habla: se tiene o no se tiene"
Este famoso dicho suizo ilustra por qué aquí resulta igual de normal ver a la gente descalza por el asfalto de la calle como ver a la gente conducir un Aston Martin. Probablemente, de hecho, a la misma gente.
Para integraros, os recomiendo que empeceis por la primera parte. La del Aston Martin suele ir incluida en la sección "no se tiene", al menos al principio de mudaros.

3.- Dinero es dinero
No hay nada que evidencie más nuestra condición de africanos que ir a a comprar un chicle, observar que solo llevamos billetes de 50 francos (40 euros), y pedirle disculpas a la dependienta al pagar.
La situación se hace insostenible. La dependienta os mirará sin comprender nada, se preguntará el por qué de las disculpas, entrará en bucle y su cabeza reventará salpicandolo todo como la de un replicante cualquiera.
El dinero es dinero. Se usa para comprar cosas. La gente lo recibe a cambio de esas cosas. Y no se entiende por qué se disculpa uno por esta transacción.
Aprendida la lección, el otro día pagué un billete de tranvía con un billete de 100 francos. No hay que dejar la puerta abierta a la duda.

4.- El parqué ajeno no se jode.
Esta lección muy importante, ya que puede significar vuestro éxito rotundo en los círculos sociales o, por el contrario, vuestra marginación expresa e irrevocable.
Cuando vayais a una casa ajena, se espera de vosotros que os quiteis los zapatos. Así pues, cuando alguien venga a vuestra casa, se espera de vosotros que espereis lo mismo. Y da igual que hagais notar lo contrario, porque ellos lógicamente saben que lo hacéis por ser amables. Y jamás cometerían la afrenta de pasearse por vuestro parqué con los zapatos puestos.
Ahora bien: qué ocurre cuando una visita se encuentra en la encrucijada y engullida por la duda. Por ejemplo: sabe que se debe quitar los zapatos, pero es verano, hace calor, y tiene los pies empapaícos. Esto presenta una vicisitud, porque la visita sabe que el sudor también jode el parqué, además de las fosas nasales. Pero pisar con zapatos... eso nunca. Nunca.
Bien. ¿Cómo subsanarlo en Centroeuropa? La solución es sencilla: en estos casos, la visita os pedirá que le presteis unos calcetines para poder andar cómodamente por la casa sin que por vuestra parte hayais de sufrir daño alguno en el parqué o en la pituitaria.
Observad que no es especialmente necesario que exista una fraternal confianza cimentada en los años de juventud entre las dos partes, así que sentíos libres de obrar de tal forma cada vez que tengais, en hogar ajeno, los pies hechos un putoasco. Eso sí: al marcharos, entregad en mano (en mano, esto es importante) los calcetines del triunfo.

Y en fin, yo creo que esto es suficiente de momento para que vayais practicando vuestra incursión en países desarrollados.  

jueves, 7 de junio de 2012

Landeskunde der Schweiz: Historia de una escalera (suiza)

Estimados selenitas:

Vuelvo a dirigirme a vosotros en este fluir constante de verborrea que me caracteriza desde que a los 3 años de edad me diera por imitar a Fraga, según testimonio materno.

En esta ocasión, procedo a amenizaros la estancia en el tremolínico espacio con una nueva experiencia helvética, de cara a que cuando seais viejunos y os pasaeis las tardes en los bancos de los parques, podais contarla como si fuera propia y granjearos con ello algo de atención y un par de amistades. Quién sabe si el afecto de alguna quinceañera de buen ver. Bueno, arrío la imaginación, que me vengo arriba.  

A lo que iba: que hoy voy a hablaros de lavadoras.

Una lavadora es una aparato que se carateriza por ser blanco o gris, eléctrico, y comunal, en el caso de Suiza. ¿Qué significa esto? Significa que aquí en la Tierra Media las lavadoras habitan en los sótanos de los inmuebles, en grupos de 1, 3 o 5 según el tamaño del mismo, y con el fin último de que todos los vecinos tengan acceso a ella según un estructurado planning mensual. Como en Suiza está to pensao, junto al planning suele descansar un bolígrafo y/o lapicero, para que el usuario goce de la cómoda posibilidad de poder apuntarse en el slot o huequito conveniente in situ, sin tener que joder subir al quinto a por el boli volver a bajar al sótano mierda me he dejado la llave.

¿Cómo funciona el tema?
El asunto es muy sencillo:
1.- Primeramente se acumulan bragas, calzoncillos, trapos de cocina y sábanas hasta que el cuerpo aguante.
2.- Cuando el odor resulta inviable, uno baja al sótano o Waschküche ("cocina de lavado", como se llama por estos lares).
3.- Agarra el bolígrafo antes citado y el planning (suelen estar unidos por una cuerda, como en los bancos, pero en cutre) y se apunta en un hueco que vea libre y le resulte conveniente.
4.- Los huecos suelen estar establecidos en tres por día: Morgen, Nachmittag y Abend (mañana, tarde y noche respectivamente), siendo esto en cómputo total de 8:00 a 22:00 horas.

Yo siempre me había preguntado qué pasa si lo usas después de las 22:00, arrancandote por un born to be wiiiilde y desafiando así las más intrínsecas normas de la convivencia del Estado (añado que la regulación del uso de las Waschküche está especificada en los contratos cantonales, como el famoso asunto del ruido y de tirar de la cadena a partir de ciertas horas). Pues bien, un día tuve ocasión de descubrirlo: pasa que la manera de asegurarse de que la gentuza como yo no proceda de tal forma es simple y llanamente cortando la electricidad en la Waschküche a partir de las 22:00. Esto es: no pude ni abrir la puerta de la lavadora, y allí se quedó tol aquelarre hasta las 8:00 del día siguiente. 

Enf in, que todo esto es muy interesante pero no merecedor de una tremolina, estoy de acuerdo con ustedes. Pero la enjundia viene ahora. Porque sucede que la disposición de la lavadora, del planning y de mí misma ha desembocado en conflicto diplomático hispanoitalorruso.

Todo empezó el día en que, viendo un huequito libre un viernes por la mañana en que yo iba a estar en casa, me dio por apuntarme en la lavadora n° 2 de mi edificio. Pongamos que me apunté el lunes. Cuál sería mi sorpresa cuando bajo en el momento preciso y me encuentro con mi nombre tachado y el nombre de mi vecina de enfrente puesto en mi lugar: Stamenov. !!!!!!.
Momentos de grave duda y contingencia. ¿Seré yo, señor, seré yo? ¿Se me estará yendo la cabeza? ¿Será que me apunté y luego me borré? Porque obviamente no puede ser que la rusa me haya tachado. Esto es Suiza. Esas cosas no pasan. Pero qué coño, yo no tacho así, con tanta inquina. ¡Qué coño, me ha tachado la rusa! ¡Se va a enterar!

Agarro la escalera to parriba, escenificando el momento en que ella abre la puerta y yo le suelto cuatro verdades. La furia me supura por el tímpano al pasar por el primero. Se va a enterar, se va a enterar. Entre el primero y el segundo, mi ansiaviva se percata de que son rusos. Al rebasar el segundo ya tengo cierto respeto por la situación. Al acometer el tercero he decidido volver a casa con el rabo entre las piernas y conformarme con un "como vuelva a pasar, la armo". Pero, por si acaso, no me he vuelto a apuntar un viernes por la mañana (en que, he observado, siempre está apuntada ella).

De esto hace ya dos meses y casi casi había conseguido superarlo cuando ayer bajo con mi cesta de ropa y me encuentro mi nombre de nuevo tachado, esta vez por un tal "Moriarti" o "Mahandi".
Esto es demasiado. Y además, ni los italianos ni los magrebíes me imponen tanto como para jugarme la lavadora (consecuencias de haberme criado en plena Guerra Fría). Ni las posibles reminiscencias a Sherlock Holmes hacen mella. Se van a enterar. Agarro el ascensor (por si acaso). Voy planta por planta mirando los timbres. Localizo a "Moriadei" en el cuarto. Llamo. Me abre una señora de unos 90 años que intenta comunicarse pero apenas vocaliza. Lo llevo crudo.
En esto que emerge entre bambalinas una que resulta ser gallega y que me dice que ninguna de ellas habla alemán. Se pone a ejercer de intérprete. Ella me habla a mí en italiano pensando que me está hablando en español. La situación no deja de ser un monthy python.
Ya por fin me dice que es que la doña siempre lava los miércoles por la mañana que es cuando viene ella a limpiar, pero que ya ha acabado, así que baja conmigo a por la ropa y to pa mí. Entre tanto me cuenta que lleva 24 años en Suiza y 11 años al servicio de la italiana. Y yo me digo que hay que esforzarse mucho para conseguir llevar 24 años viviendo en un país y decir "no hablo alemán" al escuchar el primer "hola".

Y en fin, pues nada, muchachos, que bajé, puse las 5 lavadoras y se acabó. Eso es todo. Pero mis prejuicios sobre Suiza, como saben, no dejan de venirse abajo. Porque especifico que hay 2 lavadoras 2. Y en lugar de ponerse en la otra, directamente te quitan de enmedio. Eso no lo haríamos ni nosotros, joder.
(Estoy pensando que nosotros probablemente lo que haríamos sería robar la lavadora)